Steven Ellison, mejor conocido como Flying Lotus (o FlyLo para los valedores), es la nueva joya de Warp Records, el legendario sello inglés que reformuló la música electrónica en los noventa. Desde el inicio, antes de que lo ficharan en el sello londinense para grabar Los Angeles (imposible que la ciudad californiana sea mejor representada), su segundo disco, la crítica ya había adelantado la revolución que empezaría el sobrino de Alice y John Coltrane.

El primero en apostar por él fue Carlo Nino y su sello Plug Research (Mia Doi Todd y Daedelus han sacado placas ahí), en dónde se dio a conocer con 1983, el debut de 2006 que se ha colocado como la punta de un iceberg de música digital nueva. Una reformulación del hip-hop que hacía mucha falta. Digamos, entonces, que Flying Lotus ha venido a tomar la estafeta que J Dilla dejó. Su música, como la de Dilla, se trata de beats (des)colocados detrás de una neblina de sonidos indistintos.

Pero la música de Flying Lotus es más extrema. Incluso la palabra experimental se queda corta, porque mucho más allá de ser algo difícil de digerir, la abstracción de su hip-hop evoca, más bien, a algunos compositores modernos que se caracterizan por tener momentos ruidosos dentro de una laguna de sonidos calmados.

Su música podría sonar a Grape Ape o Purple Haze (los dos tipos de marihuana médica que Ellison guarda siempre junto a sus laptops, sintetizadores y demás gadgets musicales), aunque para ser más exactos, lo que ha hecho es una atomización del hip-hop. Sus producciones enquistan una subordinación de sonidos que ningún ser humano podría tocar, un rompecabezas sonoro que tiene su origen en los recursos (no) musicales que el angelino ha podido encontrar en la arena, el metal o el agua. Todo bajo el riguroso detalle del jazz, que inevitablemente lleva en la sangre, y las posibilidades de un genio sobre la tecnología.

Después de remezclar “Reckoner,” de Radiohead y abrirle casi toda la gira a la banda que Thom Yorke tiene en solitario, Flying Lotus soltó Cosmogramma en mayo de 2010. Algo que, en sus propias palabras, se acerca mucho más a lo que de niño había pensado en crear. Además tiene a Yorke colaborando en “… And the World Laughs With You” … aún mejor. Una canción de beats liquídos y voces fracturadas, todo sobre una cama de jazz digital que no es un efectito novedoso, sino la virtuosidad de alguien encima de las posibilidades musicales que la tecnología de hoy permite.

https://www.youtube.com/watch?v=QJf59JJnHnQ

El disco, que absolutamente todos han mamado, es un momento musical perfectamente concebido. Una rotonda delicada de jazz, hip-hop, sonidos de videojuegos y IDM. Como dice la crítica (bastante atinada) de Pitchfork, los beats de una canción se derraman en la siguiente, y las canciones aisladas hacen mucho sentido dentro del conglomerado que el disco conforma. Es decir, es toda una sucesión de ritmos y sonidos partidos en canciones. Un pastelote rebanado.

En “Satelliiiiiite” se pone la corona. La delicadeza de sus atmósferas recuerdan algunos de los momentos más brillantes del dubstep de Burial; las vocales dislocadas y los arreglos delicados, como si fuesen hechos con vapor, incluso ponen al angelino por encima del sonido que hasta ahora presumía de ser 100% inglés. Y a la mitad un cambio de ritmo sabrosísimo, el tempo se rebaja y de nuevo empiezan a sonar las escobetillas digitales de su jazz.

https://www.youtube.com/watch?v=24fbkO8nUho

No cabe duda que Los Angeles empieza a repuntar. Actos como Flying Lotus, Nosaj Thing o Gaslamp Killer han hecho que la ciudad californiana vuelva a cobrar el protagonismo que, digamos, tenía en 1994. Cuando Dr. Dre, que es una influencia absolutamente asumida por Flying Lotus, soltó su G-funk.

Flying Lotus es el capitán de este grupo de músicos embasados en Los Angeles. Y él, quitado de la pena, lo acepta de volada:


“I feel like I represent a movement. A lovely thing is about to happen and my generation is at the forefront of it. I feel like I was put here to do this, so I’m gonna roll with it until I can’t do it anymore.”