Toda
esta movida tuvo su clímax en 1984. Cuando se produjeron discos clásicos como
el Meat Puppets II
de los Meat Puppets, el Zen Arcade de Hüsker Dü, el Double
Nickels on the Dime
de los Minutemen o el Let It Be de The Replacements.

Los
paralelos con la escena hippie/folk de los sesenta son interesantes. Los dos
estaban impregnados de intenciones auténticas, incluso puras. Los dos
movimientos entendieron que la música era un vehículo importante de expresión y
resistencia. Los dos fueron reacciones creativas a todo lo superficial que
había alrededor, tanto en la política como en el entretenimiento. Ambos se
gestaron en periodos conservadores, económicamente apretados y con políticos
medio puercos, además de republicanos. “Generalmente esos ingredientes generan
una escena subterránea cabronsísima,” dice Peter Prescott, miembro de Mission
of Burma. Y tiene razón.

Bendito
el mainstream porque obliga al underground a ponerse las pilas. Ahuevo.

E
igualmente que el rock sesentero, que simbólicamente se murió cuando Bob Dylan
cambió la guitarra acústica por la eléctrica; el indie
de los ochenta y principio
de los noventas murió simbólicamente cuándo el Nevermind
de Nirvana alcanzó el
número uno de las listas de popularidad, destronando a Michael Jackson con su Dangerous
.

El indie está muerto.

Con esta abre el clasiquísimo Zen Arcade de los Hüsker Dü, se llama "Something I Learned Today,"