A sus 35 años, Devendra Banhart resulta ser mucho más que un músico. Su bagaje artístico, cultural y racial ha resultado ser su principal arma a la hora de expresar en cualquier momento toda esa excentricidad y talento que lo caracterizan y como era de esperarse, su show en El Plaza no fue la excepción.

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Los encargados de abrir la velada fueron Rogov, dupla conformada por Gregory Rogov y Todd Dahlhoff, baterista y bajista, respectivamente, de la banda que acompaña a Devendra y que bien podrían recordar a Kings of Convenience. Desde un inicio, ambos acapararon la atención por esas melódicas composiciones acústicas que sumergían a todos en un letargo de intimidad. Al cabo de unos minutos y después de tocar temas de su EP, Hooops, Greg se despidió de todos con un tema que compuso junto con Devendra y así fue como terminó el primer set de la noche.

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Un Plaza Condesa en su lleno total, con parejas rebosantes de romanticismo, complicidad y los ojos puestos en el escenario para ver salir al músico venezolano que, pasadas las 9.30, salió ataviado con jeans, camisa blanca, corbata y un blazer a cuadros para interpretar cortes de su más reciente álbum, Ape in Pink Marble.

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La gente no podía contener su emoción, de ver esas manos revolotear, de esos matices que Banhart le daba a su voz conforme tocaba su guitarra, de escucharlo después de tres años, el mismo tiempo en que tardó en sacar nuevo disco y que afortunadamente no se centró en incluirlo casi todo en su listado. Al contrario, se inclinó por una selección mucho más equilibrada, que incluyera tracks de sus producciones predecesoras.

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Con un gran entusiasmo y después de tocar “Middle Names”, “Mi Negrita”, “Never Seen Such Good Things”, y un par de canciones más, Devendra hizo una reverencia y dijo: “¿Cómo están aquí, cómo están allá? No importa si están aquí o allá, lo importante es que están“. De una forma casi implícita, invitaba a todos a guardar silencio, pero como en todo concierto, hubo personas que no dejaron de hablar, de gritar o pedir canciones, de ser esa gente incómoda, poser e irrespetuosa que no deja disfrutar plenamente del concierto. A pesar de esto el show continuó y Devendra se dedicó a complacer con su voz y guitarra las peticiones de los asistentes.

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Entre que se sabía las canciones, entre que intentaba recordarlas, entre que trataba de escuchar las peticiones, el artista de 35 años bromeaba con el público: “Esa creo que va así… a ver espera, es que ya no la recuerdo… Ha pasado tanto tiempo…”. Y justo cuando todos pensaron que iba a tocar “Santa Maria de Feira”, resultó que solo cantó: “Pensando, cada día cada hora… Pensando en ti. Y eso es todo lo que voy a cantar porque básicamente esa es la esencia de la canción: ‘Todo el día estoy pensando en ti’“. Las risas.

A media luz, la rola que sí interpretó en su totalidad fue “Quédate Luna”. Y luego de unos minutos -y jugarretas- más, sus músicos se le unieron para tocar (no precisamente en este orden): “Baby”, “Long Haired Child”, “Fancy Man”, “Für Hildegard von Bingen”, “Bad Girl”, “Golden Girls”, “Brindo” y “Rats”, uno de los puntos más altos y la encargada de cerrar la noche.

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Juegos de luces, un Devendra muy excitado y en toda su excentricidad, con gritos, aullidos y movimientos extraños, fue lo que vimos durante hora y media, que para muchos no fue suficiente y pedía más incluso cuando las luces del recinto ya estaban encendidas y sonaba de fondo R.E.M. Los fans no se movían, querían más y, tras unos minutos sus deseos fueron cumplidos al aparecer Devendra & The Grogs -como se hace llamar su banda- para tocar ni más ni menos que “Carmensita”.

“Amamos a México”, dijo Devendra, y cabe destacar que ese sentimiento es completamente recíproco.

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