En La Montaña Sagrada, Jodorowsky rompió con el ‘cuento’ del cine hollywoodense. Las escenas no cuentan una simple historia, las escenas son en sí, una historia propia. Narra Alejandro que, cuando rodaba la cinta no pensaba en hacer dinero, él hacía cine para cambiar el mundo. Por lo que esta película no sigue ninguna regla, ningún estatuto.

Incluso, al final, el chileno juega con la percepción tanto del público como de los actores, cuestiona la verdadera realidad. Aleja la cámara viendo directamente al objetivo y así finaliza el film.

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Entonces, haciendo un recuento, La Montaña Sagrada es una experiencia que todo amante del cine debe ver al menos una vez en su vida porque esta cinta rompe con las convenciones del séptimo arte en distintos aspectos. Por ejemplo:

– En sus películas los personajes rara vez utilizan su propia voz. Jodorowsky utiliza el doblaje para distinguir su trabajo fílmico del dramático. No le encuentra sentido a que el cine sea una adaptación teatral grabada.

La línea de narración no es estática. Los personajes evolucionan y cambian de características. En La Montaña Sagrada, el personaje protagónico empieza siendo ‘malo’ agresivo y poco a poco su personalidad se transforma.

Sus películas pretenden ser una obra de arte. En cada cuadro alude al inconsciente del espectador bajo la filosofía planteada por el filósofo Gurdjieff que plantea que a esta parte de la psique se le debe hablar de forma metafórica, no literal.