Entrevistamos a Simone N. Pace, baterista de Blonde Redhead, antes de este recital. En la plática, definió ‘Barrragán’ como un álbum simple y mínimo que, por lo mismo, tiene relación con las casas del arquitecto mexicano, cuyo apellido da nombre al trabajo que la banda vino a presentar a El Plaza. De la misma forma fue este concierto en todos los aspectos: escenografía, luces, ambiente y humor. Mínimo.

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En contraste con el concierto que hace menos de año y medio dieron en el mismo lugar, esta vez el trío quiso complacer a sus fans más clavados, tocando 6 de los 10 temas de su nuevo disco y dejando 10 intervenciones para recordar “lados B” de álbumes como ‘Misery is Butterfly’, ‘Melody of Certain Damaged Lemons’, ‘Penny Sparkle’ y, por supuesto, ‘23’, del cual sólo tocaron dos rolas para afianzar que este concierto no era para fans casuales.

Precisamente por todo lo anterior es que esta presentación se sintió pesada, densa, apagada, pero en el buen sentido. Kazu, Amedeo y Simone eligieron un setlist basado en temas tranquilos y no dejaron espacio para canciones más animadas que, aunque no faltaron en el setlist, fueron interpretadas con el mismo humor de ‘Barragán’, por lo que no brillaron.

El ambiente se prestó para que los asistentes callaran durante las rolas, a pesar de la emoción, y así disfrutaran de este concierto sólo para ellos. Algunos gritos ocasionales de emoción rompieron el ambiente que, me consta, estuvo construido por puros fans de la banda que sabían a lo que iban y que se sorprendieron gratamente al escuchar tantas canciones tan poco populares.

Cuando salió la banda interpretaron las dos primeras rolas de ‘Barragán’ (la homónima y ‘Lady M’), pero luego dieron un salto 10 años en el pasado para tocar ‘Falling Man’ para después ir incluso más atrás con ‘Hated Because of Great Qualities’. Y así, fueron “pimponeando” de los discos viejos a los más recientes, sin descuidar el más nuevo, del que tocaron más adelante ‘Mind to be Had’, ‘No More Honey’, ‘Dripping’, ‘The One I love’ y ‘Defeatist Anthem (Harry and I)’.

Después de ‘Dripping’ (que tuvo, para mi gusto, el mejor arreglo de la noche y demostró por qué ésta es una de esas bandas que suenan mejor en vivo que en el disco) el público salió un poco de su trance por la ausencia intempestiva de Kazu, quien después fue balconeada por Amedeo excusándola por “tener que ir al baño”. En otro momento, Amedeo se tuvo que disculpar por estar cantando mal debido a su “pérdida de voz”, como dijo al micrófono. Tampoco Kazu, quien parecía estar bebiendo champaña o vino en una copa larga durante todo el concierto, estuvo al 100% de su voz. Sin embargo, al público no le importó ninguno de estos detalles: aunque por unos minutos salió de su hipnosis, el ritmo se retomó casi de inmediato.

Así, el setlist de esta visita fue muy diferente a la de octubre de 2013. Esta vez todo se lo dedicaron a los “hardcore fans”. Y a pesar de que en general el ambiente estuvo demasiado tranquilo, noté a los integrantes mucho más alegres, interactivos y entregados que aquella vez. Especialmente a Kazu, quien sonreía, hacía reverencias al público y se acercó para despedirse abarcando todo el escenario, mandando besos y hasta diciendo en algún momento “es increíble estar aquí. No sabemos por qué son tan chidos, pero lo son”.

Para cerrar, hubo un coitus interruptus por la poca energía que mostraron al tocar su rola cliché ‘23’, pero tampoco hubo molestia: al ir saliendo de El Plaza, fueron positivos los comentarios finales que escuché, salvo por la corta duración de todo este trance de calidad, como sólo Blonde Redhead sabe hacerlo.