Chilango

Una noche en el Spartacu’s

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Para hablar del Spartacus hay que persignarse, pues se está ante quizá el antro más emblemático de toda la zona metropolitana de la Ciudad de México y que ha sobrevivido al ir y venir de centros nocturnos capitalinos, bajo el amparo del lugar que lo cobija.

Enclavado en la bella colonia Maravillas, en el municipio de Nezahualcóyotl del Estado de México, este bunker de la diversidad sexual urbana se encuentra rodeado de casas. De día parece inofensivo pero por las noches es toda una jungla de placeres y poses.

Los que pueden llegan en auto no sin perderse casi siempre aún cuando se utilice en GPS, pues las calles, todas idénticas, siempre logran confundir incluso al más trucho. De hecho es difícil creer que en una colonia que parece muy familiar, llena de casas, papelerías, panaderías y puestos de hamburguesas, se encuentre de pronto este mágico lugar que no niega su clase ni su pretensión. El Spartacus se mueve entre lo urbano, lo erótico y lo popular. Es el lugar preferido de chicas trans y de chicos que se travisten para conquistar a los vecinos y colonos jóvenes que cada noche de viernes y sábado acuden ahí para buscar placer.

Por fuera el lugar es bastante modesto, las paredes de la entrada, que es un cuartito donde te cobran y te revisan, está tapizada con fotografías de las figuras y personalidades que se han dado cita en este espacio, seducidos por el ambiente y sus hombres.


El Spartacus es un lugar al que llegan muchos de los mejores chacales de Neza, municipio conocido por su gran producción de calidad de exportación de estos hombres de clase trabajadora y carnalidad recia, de macho que se saca 19 centímetros firmes y erguidos, quién sabe de dónde, y sin mediar palabra te arrodilla ante él para que comience el juego de los labios, la lengua y las carnes que culmina con el desbordamiento, la explosión del interior de ese miembro viril heterosexual y de clase trabajadora tan anhelado por muchos y llevado a la gloria por poetas, pintores e intelectuales de esta gran ciudad.

Entrando ya al cuerpo del antro, del lado derecho está el guardarropa, que por unos cuantos pesos puede lograr que tus pertenencias: chamarras, bolsa, cartera y celular, sobrevivan a tus aventuras en el cuarto oscuro. Muy recomendable. Siguiendo de frente y sin previo aviso, la barra de la planta baja a la izquierda, con una hermosa vitrina llena de botellas, luz neón, hombres musculosos y en calzones entallados que anuncian de qué se trata ahí dentro. Frente a la barra, la pista de baile rodeada de mesas VIP, porque sólo puedes utilizarla si consumes botellas de alcohol no muy caras y que bien valen la pena si quieres disfrutar en primera fila los extraordinarios espectáculos de reinas de la noche que imitan a divas del pop y los bailarines chacalísimos que de pronto se acercan para que percibas el buqué de los tremendos trozos que se cargan.

 

Uno sabe que no está en un lugar cualquiera cuando entra al baño, a un costado de la pista, y que nos recibe con una especie de ofrenda fálica con velas y demás aditamentos. Sin duda un elemento que hace del Spartacus el epicentro del falocentrismo por el que nadie siente pudor o culpa, sino admiración y deseo. En la pared del fondo, dentro de una jaula elevada, los acuerpados bailarines más sensuales de la zona hacen gala de sus talentos. Con alguno de ellos el privado está en 100 pesos, una ganga si consideramos una relación costo/beneficio.

 

Hasta aquí la planta baja nos ofrece un ambiente bastante agradable, de gente que va a divertirse, a pasarla bien con los amigos, la pareja o los extraños. Pero subiendo las escaleras, el primer piso nos recibe con una serie de mesitas que puedes utilizar “por copeo” pero eso no es lo interesante de este piso, donde al fondo, ya más sombrío, se reúnen sin hablarse muchas reinas de la noche para mostrar lo mejor de ellas para conquistar a su presa.

A un costado el famoso cuarto oscuro, al que no entras si no portas un condón pero no te preocupes, siempre hay un chico a la entrada que vende condones por 10 pesos, aunque sea de los que regalan el GDF o la Secretaría de Salud; el chiste es tener un látex para entrar.

Está dividido en tres habitaciones y lo que parece que alguna vez fue un baño completo entrando a la derecha, donde se amontonan y se toquetean todo entre todos. La primera habitación no es totalmente oscura y más bien parece un salón de descanso, con unas sillas de plástico para la fatiga; la segunda habitación, ya más oscura, funciona como lobby, como para medio ver quién entra y quién sale  de la tercera pieza, ya mucho más oscura, donde las botellas de cerveza y los condones tirados en el piso forman parte del ambiente sórdido y lúbrico que hacen de ese cuarto oscuro una obra del arte urbano más fino.

Los gemidos de unos y los susurros de otros, las nalgas y los penes descubiertos ofreciéndose para quebrantar las buenas costumbres. Muchos no entienden la dinámica de un cuarto oscuro y se muestran altivos ante los demás como si nadie los mereciera. La mayoría mientras tanto sabe a lo que entra y van como abejas de flor en flor llevándose el néctar de varios. El tiempo aquí se desdobla, se detiene.

De pronto el Sol comienza a iluminar el interior de los cuartos anunciando el fin del festín, aunque no necesariamente porque nunca faltan los exhibicionistas y los vouyeristas que le entran con ganas. Cuando la luz del amanecer penetra con más fuerza y sin piedad, las paredes revelan grafitis hechos por quién sabe quién. Las ventanas mal tapiadas del cuarto oscuro dan a la calle que comienza con la vida cotidiana de un domingo en Ciudad Neza.

Pero ahí no acaba la cosa, porque en el mismo primer piso se encuentran unas escaleras diminutas que llevan a una azotea muy curiosa, donde nada está prohibido. Si eres o vas en el papel de reina de la noche seguro triunfarás con alguno de los chacalillos que ya saben a qué van. En el cuarto oscuro del primer piso sólo entran hombres, en la azotea la entrada es libre. Las “bolitas” de gente se forman al rededor de un chacal y una reina que han embonado a la perfección.

Y mientras los mirones se masturban, ya entrados en gastos el de junto puede convertirse de pronto en el cómplice de ocasión para llenarse de amor las entrañas. Están los que se dejan hacer de todo mientras se echan una chela bien fría, que los meseros suben a ofrecerte para tu mayor comodidad. A ellos ya nada les sorprende, son de mente abierta y muy respetuosos de la clientela. Ahí las que eligen con quién no son los chacalillos, sino las reinas, que en una pose desdeñosa pueden darse el lujo de rechazar a varios porque saben que otros muchos están sedientos de ellas.

Es ahí cuando los gays se mueren de la envidia porque esos machines suelen no hacerles caso porque no son putos, les gustan las mujeres, las mujeronas del Spartacus. Las orgías no se hacen esperar y si dos hombres “le entran” y están de buenas, se dejan manosear y lamer por muchos otros que nunca faltan. A veces es el premio de consolación para algunos pero qué importa cuando se está rendido a la noche.

 

Hay quienes prefieren llegar en Metro, la estación más cercana es Canal de San Juan, de la Línea “A” (morada). De ahí puede tomarse un taxi que por 40 pesos puede llevarte sin problema a las puertas de este paraíso suburbano. Todos los taxistas de la zona conocen el Spartacus y saben que se trata de un lugar “de ambiente”. Si sales de este antro ya de día y te regresas en Metro a tu casa, muy lejos de ahí, pasas por una avenida llena de reces muertas, embutidos y todo lo necesario para su negocio si lo suyo son las carnicerías o los puestos de tacos. Carne en la calle saliendo de devorar otra carne allá adentro. Sangre de un lado, semen del otro.

 

El ambiente en el Spartacus es en sí mismo extraordinario, la variedad de la música, que va desde la salsa, pasando por la banda y el “dance” noventero más representativo, hacen bailar a cualquiera. No es  un antro de riñas, sino más bien uno confortable, ideal si el plan es ir a bailar y echarse un taco de ojo, intercambiar miradas y darse unos besos con el amor de una noche. La fiesta está garantizada en esta basílica gay de Neza. El gran equipo de este excelente lugar te hará pasar el mejor rato. Todos se esmeran por ofrecer el mejor servicio, siempre sonrientes y atentos. Sus imitadoras, sus strippers, los famosos, todo forma parte de ese realismo mágico que sólo puede admirarse aquí, en el Spa, como también le llaman sus parroquianos.

 

¿Ustedes ya lo conocen? ¿Han tenido alguna aventura o han cantado a todo pulmón con las imitadoras, alguna canción llegadora de desamor? Comenten.

 

Spartacu’s Bar: Avenida Cuauhtémoc No. 8, Col. Maravillas, Nezahualcóyotl, Estado de México.