Chilango

Un Godínez no nace, se hace

Un merecido break para... chismear

No lo pueden negar, pasar ocho horas diarias (o más) –todos los días– metidos en una oficina hace que todos los Godínez lleguemos a compartir costumbres para hacer más ameno este tiempo, olvidar las malas caras de nuestros jefes y evadir la cara de pocos amigos del que está en el cubículo de al lado…

Aquí van algunas de las cosas que los oficinistas hacemos para llevarla tranquila:

1. Café (o té), azúcar y crema en el cajón

A las 8 de la mañana pocos se encuentran con la lucidez suficiente para responder correctamente hasta cómo se llaman. El frío aprieta y lo mejor (más práctico y barato) es tomar una taza, servirse agua caliente (de paso vemos al chico guapo que se sienta al lado del garrafón) y tomar un buen café para ahora sí decir: ¡buenos días!

2. El break del cigarro

Al mediodía, un buen Godínez voltea a ver a su compañero y la complicidad en la mirada indica que es hora de inhalar y exhalar un poco de nicotina. Y, si no fuman, no importa, el punto es salir a despejarse un rato.

3. Post its ‘recuérdalotodo

La agenda en el teléfono nos ayuda a recordar, pero para las emergencias están los post its: nuestros salvadores. A la hora de tomar un recado, apuntar las indicaciones del jefe o poner una notita motivacional en la pantalla de la computadora, ellos siempre salen victoriosos en nuestra defensa.

4. La hora de los sagrados alimentos

Nada, repito, nada emociona más a un Godínez que la hora de la comida (bueno, también la de la salida). Un buen menú en el comedor es directamente proporcional a un buen humor durante la tarde. ¿Y qué tal el día de comer fuera (¿quincena?)? Fuegos artificiales iluminan nuestras vidas.

5. El deleite visual, el guiño

Sí, no se hagan, siempre hay alguien que levanta suspiros en una oficina. Ese que cada que pasa frente a tu escritorio te obliga a dejar de hacer lo que tan sigilosamente hacías y te da segundos de felicidad (con mirada de idiota y babeo incluidos). El taco de ojo nuestro de cada día…

6. El pastel cumpleañero

Un cumpleaños siempre es un buen pretexto para “echar el coto”. Todo comienza desde pedir el dinero para comprar el pastel, lanzarse a comprarlo y cantar: ¡éstas soooon las mañaniiiiiitas que cantaaaaaba el Rey Daviiiiiid! ¡Mi caballo por quince minutos de ocio justificado!

7. La plata, los zapatos, el maquillaje, llévele, llévele…

Las prolongadas jornadas laborales truncan las carreras de las compradoras compulsivas, por eso, el trabajo se convierte en un buen lugar para vender toda clase de productos por catálogo. Todo sea por la belleza.

8. El mejor método para ahorrar

La señora Lupita te invita a participar en la tanda y te la piensas un poco. Pero si no sabes ahorrar de forma voluntaria y destinar una cierta cantidad de dinero cada semana a tu fondo de ahorro, el dinero se vuelve un tremendo lío para ti. Ésta es la solución perfecta.

9. El chisme de baño

Un sutil: ‘¿me acompañas al baño?’ se puede convertir en una junta diplomática para discutir los últimos chismes de la oficina. ‘¿Supiste que Claudia anda con Paco?’ ‘¿Viste que el jefe mandó llamar a Luis? Se me hace que ahora sí lo van a correr’. Vamos, no lo nieguen, hombres y mujeres le entran al lavadero por igual.

10. Las reuniones de fin de año

Nunca saludas a Mateo, pero bueno, tejones porque no hay ardillas; a tu querido jefecito se le ocurrió que se sentaran en la misma mesa para que brindaran y se desearan prosperidad y felicidad para el próximo año. Pequeños mentirosillos.