Chilango

Por qué es correcto el término provinciano

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Chilango: seguro más de una vez has provocado la furia de un habitante de los estados llamándolo provinciano. Sin embargo, y aunque se enojen, esta denominación es correcta. Como diría Jack el destripador: vámonos por partes.

El primer argumento que usan quienes se ponen verdes de coraje por ser llamados provincianos es porque en México no hay provincias, como en España. Tal vez no en la figura legal, pero antes de que se esponjen, acudamos a la definición de provincia, según la RAE.

Provincia.

1. f. Cada una de las grandes divisiones de un territorio o Estado, sujeta por lo común a una autoridad administrativa.

2. f. Cada una de las demarcaciones administrativas del territorio español, fijadas en 1833.

Como podemos apreciar, sólo la segunda definición se refiere a las provincias españolas y la primera es mucho más genérica. En la primera definición “provincia” es toda aquella gran división territorial sujeta a las decisiones tomadas en su capital. En este sentido, tanto las provincias españolas, como los estados en EU y México o los vilayatos de países con preponderancia musulmana, son en su sentido más estricto, provincias.

Pa’ pronto: aunque la figura administrativa reciba un nombre particular en cada país, la palabra provincia define la misma cosa, una gran división geográfica y administrativa que no es la capital.

EN MEXICO SÍ HUBO PROVINCIAS

A pesar de que ahora la división política está configurada en estados, en los tiempos del Virreinato (cuando Chabelo era joven) en México sí hubo provincias. Existían provincias tales como La Provincia de Nueva Galicia, La Provincia de Culiacán o la Provincia de Zacatecas.

Tiempo después y pasado todo el desgarriate de la guerra de Independencia, México decidió configurarse como una República Federal (si desempolvan sus libros de texto, recordarán que antes de eso, México fue un imperio). A la usanza de los Estados Unidos de Norteamérica y al promulgarse la Constitución de 1824, nuestro país adquirió el nombre de Estados Unidos Mexicanos. Entonces las administraciones territoriales adquirieron el nombre de estados y ese mismo año se creó también el Distrito Federal, su capital administrativa.

BUENO, ESO DICE LA RAE, ¿Y LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA?

Al momento de abrirse debates sobre la lengua, muchos descalifican a la Real Academia, pues al encontrarse en España, se le acusa de no reflejar la realidad de los hablantes del español (o castellano, para los puristas) de otras regiones, en especial Latinoamérica.

Por eso acudimos a la Academia Mexicana de la Lengua, donde encontramos para provincia:

Provincia

s.f. 1. División administrativa de un territorio: Hay países que tienen estados; otros, como Canadá y España, tienen provincias2. Mx. Territorio del país sin considerar la ciudad de México.

En este sentido, la Academia Mexicana es mucho más clara. En México, todo aquel territorio que no es chilangolandia es provincia. Y por añadidura, entonces, todo aquel habitante de provincia, es un provinciano. Aunque no les guste y aunque se revuelquen como tlaconetes en sal. 

¿POR QUÉ PROVINCIANO SUENA DESPECTIVO?

Una de las razones por las cuales la palabra provinciano puede tener una connotación peyorativa y se ha ido reemplazando por expresiones más políticamente correctas como “habitantes del interior” es por dos de sus acepciones: 

Provinciano, na.

1. adj. Habitante de una provincia, en contraposición al de la capital. U. t. c. s.

2. adj. Afectado de provincianismo.

3. adj. Perteneciente o relativo a una provincia.

4. adj. coloq. Poco elegante o refinado.

5. adj. ant. Perteneciente o relativo a cualquiera de las provincias vascongadas, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, y especialmente a esta última. Era u. t. c. s. 

Aunque la primera acepción es la más genérica y no tiene ninguna bronca, es en la segunda y la cuarta cuando la puerca tuerce el rabo. Una persona afectada de provincianismo según la definición de la RAE, adolece de tener poco criterio y visión. Sus horizontes se acaban ahí donde su provincia encuentra su límite. Si a eso le agregamos sal a la herida y lo definimos como poco elegante y refinado, entonces ponemos al “provinciano” en una evidente situación de inferioridad con respecto al habitante de la capital. Ahí es donde la palabra provinciano adquiere su carácter peyorativo.

Pero si lo anterior no fuera suficiente y le rascamos un poquito más, nos daremos cuenta de que las raíces etimológicas tampoco son nada favorecedoras:

La palabra “provincia” tiene origen en los tiempos del imperio romano y sus raíces son “pro” (por) y “vincia” (victoria). Las provincias adheridas a los imperios romanos eran todos aquellos territorios fuera de la península itálica que fueron vencidos en la guerra, los territorios derrotados y sometidos. Teniendo los mexicanos tantas broncas con la conquista (hijos de la chingada como nos llamaría Octavio Paz en El laberinto de la soledad), todo lo que nos suene a sometimiento nos causa enojo. Por eso seguimos teniendo un cierto rencor histórico a los españoles a pesar de ser mestizos y provenir en parte de ellos. Pero como diría la Nana Goya: esa es otra historia.

REVALORANDO LA PALABRA

En este punto cabría analizar, ¿no sería mejor, en vez de enojarse por ser llamados provincianos, usarlo como una bandera de identidad? ¿No suena bien padre decir “sí soy provinciano y a mucha honra” en lugar de enmuinarse y arriesgarse a que se les derrame la bilis? Nosotros, los chilangos, ya lo hicimos. Hace tiempo la palabra chilango era de lo más despectiva para referirse a los habitantes de la capital (chilango, raza maldita, haz patria: mata un chilango, etc.) pero nosotros la hicimos nuestra.

Sólo nos queda decir una cosa, si eres chilango no seas manchadito y no uses el “provinciano” de forma despectiva, porque bien que te vas de vacaciones a los estados y te lo pasas de poca madre. Además los amigos de provincia son a todo dar. Y si eres provinciano, bájale de espuma a tu chocolate y abraza a la palabra, total, no pasa nada. Comparte este artículo con tus cuates y diles: “¡sí, soy provinciano y a mucha honra!”.

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