El día que Argentina no captó el mensaje

Estadio Azteca: la final de México 86

 
Maradona alzando la Copa en el Azteca.(Fifa.com/popperfoto )
Por Carlos Tomasini

Todos los días, los habitantes de la Ciudad de México vemos lugares y personajes de los cuales desconocemos sus historias, a pesar de que forman parte de la vida cotidiana de esta gran urbe.

Por eso empezamos una serie en la que narraremos las anécdotas de estos lugares en fechas específicas, lo que la vuelve prácticamente infinita y sorprendente.

Esta primera entrega está dedicada al Estadio Azteca y lo que se vivió en él el día de la final del Mundial México 86.

La segunda copa

Este domingo 13 de julio, la cancha del Estadio Azteca dejará de ser la única que haya sido sede de dos finales de Copa del Mundo, ya que la de Maracaná, en Río de Janeiro, se convertirá ese día en el segundo escenario en tener ese honor durante el cierre de Brasil 2014.

La segunda final de un Mundial en el Azteca se llevó a cabo a las 12:00 horas del domingo 29 de junio de 1986, y fue disputada entre las selecciones nacionales de Argentina (que contaba con la mayor figura de esta Copa del Mundo: Diego Armando Maradona) y Alemania.

Todavía eran tiempos de la Guerra Fría, cuando Alemania estaba dividida en dos, así que su selección en realidad era la de la República Federal Alemana; por su parte, Argentina venía saliendo de los años de la dictadura y de otros conflictos, como la llamada “Guerra de las Malvinas”, en la que perdió ese territorio con Inglaterra y que ya había sido “vengada”, al menos futbolísticamente, justo una semana antes en la misma cancha del Azteca con dos goles de Maradona (uno de ellos anotado con “la mano de Dios”).

Era la primera vez que Alemania jugaba en el Azteca durante el Mundial de México 86, ya que sus anteriores partidos habían sido disputados en Querétaro, Monterrey (donde, por cierto, eliminó a México en penales y tras un gol anulado en tiempo regular) y Guadalajara.

Pero para esas alturas, los argentinos, que fueron la primera selección en llegar a México, ya estaban acostumbrados a tierras chilangas, ya que su lugar de concentración durante las pasadas semanas había sido la sede de las Águilas del América, en Coapa, muy cerca del Azteca, donde ya habían disputado los cuartos de final ante Inglaterra y la semifinal ante Bélgica. También les había tocado jugar en el estadio México 68 de Ciudad Universitaria y en Puebla.

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Las cábalas argentinas

Muchos de los personajes más supersticiosos del futbol son argentinos (en México recordamos la corbata de dragones y otras ocurrencias de La Volpe, por citar un ejemplo), y en México 86 las cábalas fueron vitales para el día a día de su selección.

Una de las actividades que se volvieron obligadas para satisfacer la superstición de los argentinos surgió antes de su primer partido en esta Copa del Mundo, cuando se fueron de shopping a Perisur y varios de ellos encontraron un restaurante de hamburguesas en el que cenaron a escondidas.

Como ganaron al siguiente día, repitieron la misma rutina durante los próximos juegos, inclusive después de un buen regaño del médico del equipo (tenían una dieta estricta en la que, por ejemplo, les prohibían comer pollo… ¡también por cábala!), pero que fue aminorada después del visto bueno del entonces Director Técnico, Carlos Salvador Bilardo, que también era excesivamente supersticioso.

Mensaje de paz

Para la final, gran parte de la afición mexicana apoyaba a Argentina, especialmente por aquella tradición de que “el Mundial que se juega en América suele ser ganado por un equipo del mismo continente”, aunque los alemanes se habían ganado el corazón de muchos con el video de una canción llamada “México Mi Amor” (todavía no existía YouTube, así que se popularizó porque lo solían transmitir en TV y muchos lo grababan y rolaban en videocasetes de formato Betamax) y con algunas actividades altruistas que, a la fecha, siguen apoyando, especialmente en Querétaro.

De hecho, ese apoyo popular a Argentina pudo verse en los juegos que disputó en el Azteca, especialmente la semifinal ante Bélgica, en la que cuando Maradona se acercaba a la banda para ejecutar un saque, la tribuna se levantaba para vitorearlo, además de celebrar efusivamente los dos goles que anotó esa tarde de día laboral, pero que no impidió el lleno en la tribunas.

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Días antes de la final, en los medios, especialmente en los programas más vistos, como el noticiario matutino de Guillermo Ochoa (no, no es el que le atajó los goles hace unos días a Neymar, sino un famoso periodista de esos años), se pedía a la gente que asistiera al Azteca el día de la final vestidos de blanco como símbolo de Paz (un mensaje que hoy suena algo cursi, pero que era muy común durante la Guerra Fría).

Llegado el día del partido, los aficionados atendieron al llamado y llegaron vestidos de blanco, además de que se repartieron algunos banderines con la leyenda “Viva la Paz” y el dibujo de una paloma, que más que un apoyo a la unión del mundo era la propaganda de una cumbre pacifista que se llevaría a cabo en México días después.

Por cierto, el entonces Presidente, Miguel de la Madrid, solía llegar en helicóptero al Azteca durante los partidos de México e hizo lo mismo en la final, en la que, tras ser anunciada su presencia en el sonido local, no fue abucheado por la concurrencia… como sí había sucedido en la inauguración.

Un malentendido

El juego, aunque fue de muchos goles (terminó 3-2 a favor de Argentina), resultó algo tedioso y no anotó Maradona, como todos esperaban; pero el resultado le agradó a la mayoría de los más de 110 mil asistentes que abarrotaron las tribunas del Azteca y que, inclusive, ocupaban escalones y pasillos en un claro sobrecupo que no pasó a mayores (o a nadie importó).

Las cábalas habían funcionado, y esa despejada y soleada tarde, Argentina se convirtió en campeón del Mundo.

Tras el silbatazo final y después de que Maradona recibiera la copa de manos de De la Madrid, decenas de piñatas que colgaban del techo del estadio dejaron caer papeles blancos que complementaban el mensaje de paz que se quería transmitir en las tribunas.

Pero las gradas blancas parecieron incomodar a los argentinos, ya que creyeron que eso era un claro apoyo a los alemanes (quienes, por cierto, en ese partido no jugaron con su clásico uniforme blanco, sino con una camiseta verde).

El todavía activo periodista deportivo Jorge “Ché” Ventura, argentino de nacimiento, pero con muchos años en México, estaba reporteando en la cancha, se acercó al portero de la selección albiceleste, Nery Pumpido, para entrevistarlo en vivo, y cuando le preguntó qué le había parecido el apoyo de los mexicanos, respondió que no había sido el que esperaban, lo que molestó a muchos aficionados… pero como todavía no había memes, todo se discutió en charlas de café y algunos espacios en los medios.

Y ya en temas pacifistas, durante el festejo de los argentinos, el sonido local, a través de Melquiades Sánchez (la todavía voz oficial del Azteca), anunció que la FIFA otorgaba un premio “al pueblo de México” por su tan ordenado comportamiento durante la Copa del Mundo.

Así, con una cancha invadida por aficionados y una accidentada vuelta olímpica de los argentinos, se terminaba el segundo Mundial que se había jugado en el Estadio Azteca y en el que se habían anotado al menos tres de los goles más memorables de la historia de esta competición (uno de ellos le dio el pase a México al “quinto partido”), todos en la misma portería, de la que ya hablaremos en alguna ocasión, ya que también se trata de uno de los rincones chilangos con historia.