Aunque como dice Erwin Piscator, el teatro
político debe tener mensajes discursivos, y elementos ideológicos, pedagógicos,
militantes, didácticos y críticos, las grandes obras del teatro político han demostrado
que su trascendencia depende más del compromiso inicial con las posibilidades artísticas
del teatro que con el objeto denunciado.
Por ejemplo, Usigli, desde las posibilidades
narrativas que le ofrece el humor, presenta los tres ejes de su teatro: la expresión,
la pasión y la fascinación, que resultan contrarios al carácter del mexicano por
su gusto por el silencio, la inercia y la fuga, situación que ha impedido el desenvolvimiento
del teatro en México. Mediante el uso adecuado de los mecanismos expresivos del
teatro, Usigli logró transmitir la denuncia a la corrupción política, y así, trascender
la mera circunscripción al momento que busca criticar.

Esta idea no ha quedado
clara en el moderno teatro mexicano: se conocen cerca de veinte intentos teatrales
para denunciar la tragedia de las muertas de Juárez, sin la trascendencia necesaria.
¿Cuál es la razón? Las obras han perdido su compromiso con el teatro inicial y por
lo tanto se inscriben a la denuncia, temporalmente limitada. Es necesario entender
que el principal compromiso del arte es con el arte mismo. Las famosas tandas en
que los actores del pasado criticaban la política nacional, tienen vigencia actual
gracias a sus posibilidades escénicas, musicales y visuales; los intentos de Mauricio
Magdaleno y Juan Bustillo Oro, con su Teatro de Ahora, pretendían renovar mediante
un teatro político que incidiera en los ámbitos de la cultura en general.

Ahora que los políticos volvieron la vista
a nuestra historia para celebrar nuestros 200 años y luego volverlos a olvidar hasta
el 2110, es necesario crear obras que, como las de Usigli, busquen ir más allá de
la mera limitación temporal.