Hasta el 2009, Merce
Cunningham
fue mundialmente reconocido como el coreógrafo más maravilloso aún
vivo. Persistente alquimista y curioso del movimiento, Cunningham siempre fue aquel
experimentador y redefinidor de lo que hoy día percibimos como danza.


Él no estaba interesado en contar historias a través de la danza: la danza
misma era la historia y punto principal de sus actos
. La estructura y forma de
llevar sus galas fue descrita como algo orgánico, algo natural, algo no
preconcebido e impuesto, algo casi espontáneo. Pero la improvisación no
existía, sus bailarines sabían con certeza qué hacer antes de salir al escenario.
Merce Cunningham era un tipo visionario, un artista visual que sabía explotar
al máximo los límites de la estética a través del cuerpo.


Para conmemorar los noventa años del maestro de la danza, el mítico John Paul
Jones
, bajista de Led Zeppelin, la leyenda del rock alternativo, Sonic Youth, y
el productor y compositor japonés
Takehisa Kosugi colaboraron en una pieza
musical para la Merce Cunningham Dance Company. Todo esto con el fin de
presentarse en la academia de música de Brooklyn, Nueva York, para el debut de Nearly Ninety, el 16 de abril de 2009,
último cumpleaños de Cunningham. El acto fue parte del “
Merce Cunningham at
90
“, un festival de cuatro días que celebró la carrera e influencia del
coreógrafo.


Jones ya había colaborado con la Merce Cunningham Dance Company, en el 2005,
como músico invitado en una presentacion en Londres. Thurston Moore tocó con la
compañía a finales de los noventa.


La estructura corrió a cargo de la arquitecta italiana radicada en Barcelona
Benedetta Tagliabue. Siete toneladas de acero convertidas en una estenografía
móvil que constó de cuatro módulos, tres de ellos para los músicos y uno para
los bailarines. La enmarañada estructura de acero, tubos y escaleras se
constituyó de una plataforma de siete metros de largo por seis de ancho, cubierta
por un diachronic film, una especie de tela transparente tornasolada que
refleja la luz dando como resultado un aspecto rocoso.


Al igual que los músicos, la arquitecta no recibió ningún tipo de referencia o
consigna para trabajar lo que Cunningham le encargó hace un año. Bailarines
trabajaron en las coreografías sin música alguna, creando una atmósfera de
experimentación masiva a la hora del espectáculo. Los bailarines no sabían qué
esperar de la música, igual que los músicos de la coreografía. Descubrieron
cosas nuevas en lo que derivó en una especie de retroalimentación espontánea.