Su interés trascendía lo
puramente actoral. Estaba preocupado por las características técnicas del cine,
y sobre la novedosa relación entre la cámara, el actor y el público.
Después de
esta década de éxitos, Buster tuvo un declive: se acentuó su pasión por el
alcohol y acabó escribiendo guiones para la MGM. Aceptó papeles de los que no
estaba realmente convencido y sus actuaciones de ese período fueron medianas e
ignoradas por la crítica.

Ya viejo y cascado, participó en algunos comerciales de televisión (como el célebre anuncio de la cerveza Simons). En 1950 figuró en El Crepúsculo de los Ídolos del cineasta Billy Wilder, y al final de su vida colaboró en Film, de Samuel Beckett, dirigida por Alan Schneider. Estas apariciones provocaron que el público revisitara sus antiguos trabajos y le ayudaron a consolidarse como un personaje referencial del cine mudo norteamericano.

A Buster Keaton lo recordaremos como ese actor estrafalario que insitía en realizar sus propios stunts y estar siempre al borde de un accidente. Volando a través de una ventana, cayendo de un automóvil en movimiento, arrastrado por una zanja y a punto de ser aplastado por una casa. Nos queda su imagen de ojos taciturnos (que tiene algo del Quagmire de Family Guy y del Kramer de Seinfield), atildada por el sombrero de "pastel de carne" (porkpie hat) y mitificada por la magia del blanco y negro. Si todavía no has visto sus películas, échate un clavado al youtube y admira el trabajo de este gigante.