Chilango

La insoportable higiene del éxito

Especial

La Fuente de Duchamp, o más bien, las quince replicas de la misma autorizadas por el artista entre 1950 y 1963, son los únicos urinarios del mundo que siempre estarán limpios.

En 1993, el artista Pierre Pinoncelli meó en un ejemplar expuesto en el museo de Nîmes. Fue condenado a un mes de cárcel con fianza y a una cuantiosa multa, con el argumento de que la obra, según la estimación de la aseguradora AXA, había perdido el 60% de su valor.

El delincuente se defendió aduciendo que “orinar completaba la obra y le daba su pleno significado”.

Pinoncelli reincidió 13 años más tarde, vaciando la vejiga en el mismo ejemplar restaurado durante la exposición “Dada”, que tuvo lugar en el Centro Pompidou de Paris en 2005. El museo reclamó entonces nada más y nada menos que 427.000 euros de indemnización, correspondientes al 15% de una obra estimada ya en 2,8 millones de euros. 

Por lo visto, la primera meada de Pinoncelli no había afectado demasiado  el valor de la obra en el mercado. Si bien la había ensuciado, al volver a su prístina limpieza de objeto de exhibición también recobró su valor. Lo que llamamos inmortalidad no es más que una versión perfeccionada de la limpieza y vean si no: los urinarios tienen empleados que los mantienen limpios por un sueldo miserable; en cambio, las obras canónicas y los artistas reconocidos, una legión de lujo: restauradores, filólogos, psicólogos, abogados y cirujanos plásticos encargados de preservar a los objetos y personas en los que una sociedad reconoce la huella del genio. 

Las grandes obras de nuestro patrimonio han sobrevivido por esto: sin restauración –es decir, sin limpieza–, el Partenón sería un amasijo de piedras y Las Meninas un cuadro, casi contemporáneo, negro sobre fondo negro. 

Meo sobre el excusado de Duchamp. (Especial)

“Es la higiene del éxito”, respondió el escritor suizo Robert Walser a su amigo Carl Seelig (autor de Wanderungen mit Robert Walser) cuando éste le habló de lo “joven” que había visto a un maduro Thomas Mann (Premio Nobel de Literatura 1929). El hecho de que Walser estuviera encerrado desde mucho tiempo atrás en un manicomio cuando hizo este comentario no quita valor a su observación. Nada conserva limpio mejor que la fama.

La mayor obra de arte de Duchamp. (Especial)

En su asilo, Walser –un escritor prácticamente desconocido para sus contemporáneos– era plenamente consciente de su fracaso, de su prestigio sucio: “Me conviene desaparecer lo más completamente posible”, decía. Su propósito no se cumplió: amigos como Seelig lo reivindicaron, varios filólogos alemanes descifraron sus microgramas y editaron sus obras completas, y ahora es un autor de culto admirado por escritores como Enrique Vila-Matas. 

Pero eso Walser no lo sospechaba cuando se escapó de su asilo una mañana para practicar su actividad favorita: el paseo.

Lo encontraron muerto a unos kilómetros, tendido sobre la nieve. Todo un símbolo de la efímera pureza del fracaso: la nieve, a diferencia del urinario siempre impoluto de Duchamp, se deshace cuando uno mea encima.

Morir sobre la nieve. (Especial)

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@delamalinche