Revista Chilango

Amor por los tacos

Febrero 2017

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Viejos Tiempos

Crítica Chilango


Sala Xavier Villaurrutia

Reforma SN

Esquina con Campo Marte

Col.

Tel. 5282-1964

Horario

jue-vie 20 hrs, sáb 19, dom 18.

Usuarios:



Precios

  • General
  • $150
TC: Todas

Especial

Crítica Chilango

Por Roberto Marmolejo Guarneros

Hay que decirlo de una vez: Viejos tiempos, una de las obras canónicas de Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura 2005) es un hueso duro de roer. No es fácil ni condescendiente con el espectador común o acostumbrado al teatro lineal y “digerido.” Estrenada en 1971, no ha perdido su naturaleza desafiante y conserva la capacidad de retar y sacarnos de nuestra área de confort teatral.

Y es que, como en la memoria, Viejos tiempos es un texto donde aparentemente no pasa nada, no hay una historia sino diálogos, remembranzas y deseos ocultos: flujos de conciencia. Sólo sabemos que tres personajes recuerdan su pasado común. Aunque ni ellos podrían estar seguros de que haya sido como lo recuerdan.

Una frase que aparece en el programa de mano y que dice Anna, uno de los personajes, marca el tono de la obra: “Hay cosas que uno recuerda aunque nunca hayan sucedido. Yo me acuerdo de cosas que tal vez nunca sucedieron, pero que mientras las voy recordando, suceden”.

Como en todo Pinter, lo que se dice y lo que se calla pesa sobre el escenario. Y de este recurso se vale el director Rubén Szuchmacher para su propuesta: un montaje donde los personajes establecen sus diálogos pausados con silencios profundos y extendidos, como si fueran oleadas de memoria (precisamente como en Las olas, de Virginia Woolf).

Así, el ritmo de Viejos tiempos, ya de por sí anómalo, se enrarece y tiene un efecto onírico, denso, espectral, que además soportan las precisas –como bisturí- actuaciones de tres actorazos, reyes del teatro: Rosa Ma. Bianchi (Kate), Laura Almela (Anna) y Arturo Ríos (Deeley).

Y para redondear, la escenografía dicromática e iluminación pulsada de don Alejandro Luna, enfatizan estas sensaciones al contribuir con irrealidad en la atmósfera onírica de Viejos tiempos.

Al final de la obra, uno se podría preguntar: ¿Vimos a tres personajes que rememoran? ¿No son ellos mismos sólo los recuerdos de alguien más? ¿Los recuerdos son ciertos o falsos?

Otro mérito de esta estupenda puesta: vas a salir pensativo. Mark my words!

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