Ricardo III

Foro ShakespeareArray

Zamora No.7 y 9

Entre Veracruz y Agustín Melgar

Col. Condesa

Tel. 5553-4642

 
La sucesión del poder está marcada por el magnicidio.(Luis Rojo )
Este espectáculo actuado por reos de la Penitenciaria del DF, dentro del propio penal, es realmente una experiencia teatral extrema. Con buenas actuaciones ellos interpretan una densa adaptación de Ricardo III.

Por Ana Felker

El teatro transforma y en esta función de Ricardo III en el penal de Santa Martha Acatitla queda demostrada la hipótesis. El público entra temeroso y sale conmovido. La vida de los reos deja de girar entorno al encierro, para concentrarse en los ensayos; ahora son actores y quizá de los buenos. 

La aventura comienza a las 11:30 hrs en el foro Shakespeare (hay que reservar con anticipación). Reconocemos a la comitiva porque parece una compañía de payasos. Todos vamos vestidos de colores chillantes porque nadie puede entrar al penal vestido de mezclilla ni de azul, blanco ni de negro: los uniformes de los presos son de estos colores.

Israel Rodríguez quien pasó 17 años en prisión, pasa lista a los asistentes antes de abordar el microbús con dirección a Santa Martha. Por momentos, se tiene la sensación de que todos acabamos de ser condenados y el Isra nos prepara para los horrores de la cárcel al tiempo que nos plantea una serie de cuestionamientos sobre todas las maneras en las que se es preso en la sociedad. 

Después de casi una hora de camino, estamos ahí. Es necesario pasar por una revisión y un cateo para entrar. Entonces, después de un par de muros y puertas infranqueables, viene lo fuerte. Detrás de la última reja un grupo de reclusos curiosos nos espera; atravesamos el área común con dirección al teatro entre miradas duras como de reproche, tatuajes de la Santa Muerte, pero también saludos cálidos, gente trabajando en talleres, gente que quiere contar su historia. 

Al entrar los once actores aplauden y gritan y la adrenalina se dispara. En la oscuridad se alcanzan a distinguir hombres con pasamontañas sujetando falsos rifles. Entre el público hay familiares de los presos y otros reclusos quienes no se detienen para exclamar con porras o burlas a sus compañeros. Se siente tensión entre el público por estar ahí y porque hay confrontación directa con el público con los diálogos. 

La obra es intensa consiste en una sucesión de magnicidios que tienen como eje el síndrome Ricardo III, la necesidad de dominar para compensar una deficiencia física o mental, hasta llegar al grado de someter o asesinar al otro. El vestuario está hecho con materiales reciclados lo cual remite a un reino que también se construye sobre sus propios despojos. Los recursos son austeros pero eficaces.

Al final de la obra hay un espacio de convivencia con los actores -quienes purgan penas desde 30 años hasta cadena perpetua- y, lo que en un principio fue temor, se transforma en empatía. Comenzamos a verlos como seres que alguna vez tomaron una mala decisión (muy mala en la mayoría de los casos) pero que el teatro los ha hecho recapacitar. 

Al salir, los pasillos de la penitenciaria ya no parecen tan tétricos, nos despedimos de la gente con cierta nostalgia de que ellos deben permanecer ahí. La Compañía de Teatro de la Penitenciaría del Distrito Federal es un proyecto que surgió con la intención de reintegrar a los presos a la sociedad, sensibilizarlos, darles una fuente de trabajo y enseñarles técnicas que pueden aplicar al quedar en libertad.

Ésta es en definitiva una experiencia que reduce la distancia entre las personas y derriba muros tan gruesos como los de Santa Martha Acatitla.