Destello

Hablar de la Colección Jumex es hablar de la colección más importante de arte contemporáneo en México. Pese a su complicada ubicación, ha logrado mantenerse firme en el mapa de la cultura en México durante, al menos, el último lustro. Razones sobran.

Archiva a muchos de los artistas más importantes del medio artístico en el mundo. Podemos acceder a figuras de latalla de Cy Twombly, Jean Michel Basquiat, Louise Bourgeois, Francis Alÿs, BasJan Ader y Félix González-Torres gracias al intento de Eugenio López y su equipo de trabajo en la Fundación. Sus actividades paralelas, que van de la discusión pública al fomento educativo, subrayan más el esfuerzo por convertirse en referente indiscutible de la escena artística nacional.

De vez en vez, el acervo se convierte en exhibición por la mano experta de curadores consagrados. Destellos, organizada y pensada por Osvaldo Sánchez (hombre de museos, actualmente director del de Arte Moderno), busca dentro de lo ya existente en el archivo para, simplemente, encontrar la experiencia artística en su forma más pura; lejos de caer en la boga retórica y discursiva de la práctica curatorial contemporánea, asimila cada una de las piezas en exhibición para encontrar "experiencias humanas, que son, a final de cuentas, las de mayor importancia dentro del fenómeno del arte".

Así, no encontramos un hilo conductor en Destellos más allá de la intimidad misma de las piezas y su fuente de origen, la Colección Jumex. Si la búsqueda es "esa otra forma, inmaterial e inexplicable de conocimiento" otorgada por el arte, por momentos la muestra logra sus cometidos.

La delicadeza de la obra de Pablo Rasgado, por ejemplo, que cuelga plumas suspendidas de telarañas naturales,funciona como un claro ejemplo de lo anterior. También sucede así con Lasso, video de la artista finlandesaSalla Tykkä, que en escasos tres minutos cuenta una historia que es difícil sacar de la imaginación. Las fotografías de Félix González-Torres o la angustiante tranquilidad presente en la pieza de Jeff Wall suscriben con la idea de la experiencia artística más pura imaginable.

Sin embargo, no todo lo expuesto mantiene el mismo estándar de calidad. Sofía Táboas reincide en algunas obviedades (falta ver la crítica de su exposición en el Museo Carrillo Gil en este mismoportal) y Night, de Jack Pierson, es casi lastimosa por su lugar común: letras en neón, probablemente tomadas de establecimientos comerciales, que escriben la palabra del título.

En algunos aspectos, pareciera que Sánchez es víctima de incongruencias dentro de su discurso. El espectador no puede asimilar algunas piezas sin separarlas de su contexto histórico, como él quisiera, dada la exposición repetitiva de algunas ideas muy del pasado: Night se suma en este sentido a Gota de Sangre de Luis Miguel Suro, Small Things de Martin Creed (de nuevo, un texto de neón gigantesco con ese mensaje evidente) o Bladder de Mike Kelley.

Si bien hay momentos de muchísima alturaen la exposición, que hacen valer el eterno viaje al recinto, cabe recomendar cierto cuidado. A final de cuentas, la experiencia pura del arte para una persona (eneste caso, el curador) no siempre compagina con los gustos personales de algúnotro. Pero la Colección puede defenderse para cualquiera de los bandos.