Las
coincidencias de vida de Mauricio y Lizette hacían creer que estarían unidos
eternamente. El primogénito de los Gebara no era muy diferente a ella: sus
abuelos también eran de origen libanés y toda su niñez y adolescencia transcurrieron
en el Instituto Cumbres. Parecían una pareja lógica del poniente de la ciudad:
ambos cerca de los 30 y de buena posición económica.

Por
eso el día de la cita a ciegas los hermanos y amigos desarrollaron con Mauricio
el personaje de galán perfecto; el tipo de hombre carismático al que le sobran
mujeres. Justo el papel que tanto le costaba a él interpretar, pero que
impresionaría a Lizette. Sin embargo, esa noche fue él quien se enamoró. Él, sigiloso, precavido, desconfiado, siempre diseñando proyectos en
su cabeza. Ella ejecutaría sus ideas y lo impulsaría a ser más arrojado. Sería
el hombre racional detrás de la mujer atractiva, sin sentimentalismos y con
capacidades sorprendentes de publirrelacionista.

Los
amigos en común lo recuerdan como un tipo silencioso y bastante reservado,
inteligente y ordenado, quien evitaba meterse en problemas y no le gustaban mucho las fiestas.
Gebara estudió Contaduría en la Ibero. «Lo recuerdo muy callado, pero brillante.
De ninguna forma pretencioso, más bien sencillo. Siempre razona mucho lo que
dice», dice uno de los ex profesores de Mauricio.

Cuando Gebara concluyó sus estudios, creyó que
regresaría a la universidad sólo para hacer una maestría o un doctorado. Pero
tres años después caminaba de nueva cuenta por los pasillos de la escuela.
Diario atravesaba la Ibero hasta el salón de una futura abogada. A veces
esperaba hasta dos horas a que ella saliera de clases.

Él
estaba perdidamente enamorado de Lizette y deseaba comprometerse. «Estaba
embelesado. La trató como princesa. Ella es más fría, más reservada en sus
afectos, mientras que era muy obvio que él la adoraba. La quería mucho, más que
ella a él», recuerda Paul, amigo de Lizette
, y de inmediato aclara: «Pero ella
no era la cazahombres. Más bien Mauricio ya quería casarse. Simplemente estaba
en el lugar adecuado a la hora adecuada, porque vino un poco a resolver la vida
de Lizette». Con tres meses de noviazgo, decidieron poner fecha a la
boda.

«En
compañía de familiares y amigos, Lizette y Mauricio decidieron comprometerse
"para toda la vida" en la parroquia Madre de Dios de Ceztochowa. Los padres de
los novios escucharon respetuosamente las palabras del sacerdote y al Coro de
Bellas Artes. La hermosa novia lució un vestido de raso de seda bordado diseñado
por Eugenio Alzat, mientras que el novio portó frac negro»
, refiere la nota de El
Universal
del 13
de abril de 2001. La niña sigilosa del Oxford apareció en la primera plana bajo
el título «¡Lizette Farah y Mauricio Gebara se casan!»: el sueño de (casi)
cualquier mujer. Margaret Gebara, su cuñada y madrina, con quien poco después
enfrentaría una terrible rivalidad, sugirió la publicación de la nota en el
periódico:

«En
La Hacienda de Los Morales, la música que interpretó la Orquesta de Héctor
Jurado deleitó a 600 personas que degustaron sopa de queso con uvas, gallinita
de guinea y helado con merengue (…) los novios dejaron la fiesta para comenzar
su luna de miel, en la que visitarán Ixtapa, Los Ángeles, San Francisco y
Australia»
.