Nos gusta la comida mexicana, obviamente, porque somos de México. Pero hay algo que va más allá del mero gusto adquirido o del gusto personal; se trata de la tradición. ¿Quién alguna vez no se ha interesado en saber cómo cocinó la abuela los frijoles que amaba su papá?, ¿quién no se puso nostálgico cuando recordó su primer helado? el caso es que la comida no sólo es para comer, también es para añorar.

En 1988 se abrió Tanguyú, un lugar llamado así por la diosa oaxaqueña del amanecer, quién huyó de Tehuantepec. Y como quieren hacer el honor al nombre, el lugar está ricamente decorado con papel picado, manteles coloridos y cuadros de fotografías familiares y de tradiciones mexicanas.

De hecho, cuando entres lo primero que verás será un pequeño altar con las fotos de los familiares más cercanos a la gente de Tanguyú y luego un largo pasillo que te dará entrada a un amplio comedor bañado de luz natural y lleno de mesas. Un belleza.

La comida es oaxaqueña, como era de esperarse. La sopa mixe, el pollo en mole negro y la carne de puerco en salsa verde son una delicia, la neta, nos gustó muchísimo la sazón que no está para nada sobre condimentada, sin embargo, sí le podrías poner un pelín de sal.

Hay dos especialidades aquí; las tlayudas y el chocolate caliente con pan de yema. Las tlayudas no parecen tales, son enormes, ¡parecen pizzas! y conocemos casos de personas que no pudieron acabarse esa tlayu-pizza y la tuvieron que poner “para llevar”.

En todo caso, una vez que termines de comer, no olvides pedir el tradicional y muy querido chocolate caliente oaxaqueño con un pan fresquísimo que te hará reconciliarte con la vida.