En esta odisea, el protagonista no es Ulises, sino Godínez, el héroe que emprenderá un viaje para encontrar una opción decente para comer. No suena a la mejor historia del mundo, pero definitivamente es una muy común porque tiene un final feliz en Socorritos.

Lejos de los sabores insípidos de los fast food de Santa Fe, Socorritos es como un remanso de la buena garnacha. El oasis de la fritura. Un silencio en la sinfonía de comida gringa. Un respiro en el ataque de los food courts de cualquier plaza.

En Socorritos vas a encontrar antojitos con sabor casero, tortillas hechas a mano y arroz con mole, hecho con la receta de la familia. ¿Qué más se puede pedir? Pues que fuera gratis, pero tampoco abusen. Lo que sí es que aquí todos los platillos se preparan con dedicación y experiencia, así que difícilmente encontrarás un pero que valga la pena mencionar.

De lo más sabroso, definitivamente, es el taco Doña Socorro, una opción para los asiduos a este restaurante. Y cómo no, si lo preparan con chicharrón prensado, queso cotija y aguacate. Hasta querrás pedir auxilio: “¡Socorro, doña Socorro! Necesito ayuda… ¡porque quiero más!”.

Otro imperdible de Socorritos son las gorditas de suadero, pues fusiona dos clásicos de la comida callejera pero con la tranquilidad de saber que tu platillo se prepara en una cocina y no en una esquina donde, por cierto, no se observan perros a la redonda…

Si andas por la zona y tienes antojo de algo mexicano también es un lugar que vale la pena visitar por el mero placer de hacerlo. Tampoco es un paraíso Godín en el cual necesitas una clave para poder entrar. Y si acaso ese fuera el caso, intenta con esta: «Rosita, ¿me autorizas unas copias?». Quién sabe, en una de esas chicle y pega.