Cuentan que un señor Raffaello quería hacer muy buena comida y gracias a su hada madrina fundó un restaurante con el talento de hacer una gran pasta. Es mentira lo del hada madrina, pero la pasta sí parece hecha con magia; si no, que alguien nos explique cómo el clásico espagueti sabe mejor que el clásico espagueti.

En la Zona Rosa, en una antigua casa, Raffaello sigue atendiendo a quien quiere probar desde los platillos tradicionales hasta ricos postres italianos. A los que quieren sushi también los atienden, pero les ofrecen otras cosas.

Abre tu estómago con una ensalada fiorentina -portándote bien al principio, te vas a merecer lo mejor para el final. Puedes seguir con los ravioli; son de buen tamaño, en una deliciosa salsa y dártelos sin temor a equivocarte. O pedir la lasaña, para que derrita tu boca en sabor, con el temor de querer un poco más… Y no porque la porción sea pequeña.

Si ya acabaste de comer, no olvides que los italianos son muy buenos para hacer café, postres y para el fútbol. Esto no sirve de nada en un restaurante, aunque siempre cae bien recordarlo. El café te va a despertar para tener la lengua lista al momento de que tus profiteroles, el pastel de tres leches o el de selva negra lleguen a ti. O todos juntos, aquí no juzgamos. Todos son del tamaño adecuado: no te dejan antojo, ni te dan culpa.

El lugar no es ostentoso, ni presumido porque saben que su fuerte es la comida, y qué bueno, es horrible cuando pasa al revés. Sin embargo, la decoración y el ambiente están para que relajes tus sentidos y concentres tu atención en el paladar o en el oído por si vas a comer con alguien especial. En ese caso, la carta de vinos tampoco fallará, todo queda en tu criterio.