Si existe una ventaja de vivir en la Ciudad de México es su oferta gastronómica, y Loretta fue una de las aperturas más esperadas del año. La razón es la dupla de chefs detrás del proyecto. Eduardo Morali y su cómplice Abel Hernández (Eloise) apostaron por seguir deleitando a los comensales al sur de la ciudad. Esta ocasión guiándose por las bondades y los sabores de la cocina mediterránea.

Femenina, blanca, fresca y elegante, así es Loretta y resulta fácil enamorarse de ella. La estética concebida por el despacho de arquitectos Muro Rojo creó un personaje que te traslada de inmediato a algún rincón de Italia. En especial si te sientas en su codiciada terraza.

El punto de partida de su carta tiene que ser su maravilloso falafel con tártara de res y jocoque. Cada mordida es mejor que la anterior. Los dátiles rellenos de sobrasada también resultan adictivos. Siguiendo con las pastas, el ravioli de ricotta y limón es particularmente bueno. Va espolvoreado con queso parmesano reggiano que querrás limpiar del plato con un pedazo de pan.

Ya entrando a los fuertes, hay dos opciones ganadoras: el pulpo a la brasa con puré de garbanzo e hinojo o el pecho de res ahumado y braseado; lo acompaña col rostizada y espuma de papa. Al primer movimiento del tenedor, la grasa se va deshaciendo y se integra con las hebras de carne. Mención aparte merecen sus postres. Una de las sugerentes delicias es el milhojas de ricotta con kumquat y helado de azahar.

Hay que dejarse llevar por las recomendaciones de la sommelier Laura Santander quien eligió minuciosamente la carta de vinos importados del viejo mundo. En pocos lugares de la ciudad podrás probar caldos de Croacia, Bulgaria, Armenia e inclusive Georgia.