Es casi imposible creer lo que el chef Joaquín Jardí hace. Con un menú de degustación de cuatro tiempos alimenta a los sibaritas de la zona por $65 o menos (por tiempo limitado, según dice).

La oferta incluye agua o cerveza, café y postre. El vino se cobra aparte ($15 pesos por copa) y, por si fuera poco, no hay quien se resista al acogedor lugarcito cuando la atención es tan dedicada, con mesitas y sillas rojas, vajilla de la abuela y muy buenos postres. El tranquilo espacio se convierte en una agradable terraza a la sombra de un gran árbol en la banqueta de la calle Parras, que por el sentido del tráfico es muy poco transitada.

El menú cambia a diario a voluntad del chef y pretende traer algunas especialidades catalanas hechas con los productos más frescos que se encuentren ese día. Su filosofía es dar de comer bien a una comunidad que sepa apreciar la buena comida y que reciba la mejor calidad por su dinero. Seguro que Jardí paga una manda, es la única explicación para entender que exista este lugar con tales características.

Si bien la oferta cambia, es posible encontrar una deliciosa sopa de zanahoria delicadamente aromatizada con jengibre o un pollo a la romanesca, asado con salsa de pimientos y acompañado de gustosas papas increíblemente sazonadas y sofritas con queso y poro. Todo, aunque muy modesto, está cocinado con precisión en el momento.

Desde la entrada hasta el postre se nota la pasión por la buena cocina. En La Rauxa se busca tener siempre un platillo vegetariano, no por eso aburrido, sino al contrario. Muchos carnívoros los prefieren por la exquisita forma en que se prepara.