Por Georgina Hernández (@Gynna_H)

En este lugar se comprueba que el amor a primera vista existe. El romance inicia desde la entrada: una vitrina de madera con piezas que te provocan el deseo de comerlas todas de un solo bocado.

Hay panes salados, como chapatas, focaccias y campesinos, mientras que del lado dulce encontramos panqués, roles de cacao con ricotta, scones (el de chabacano está re bueno), chocolatines y croissants. Para complementar el idilio amoroso, pídete una tacita de café con granos veracruzanos. Otro obligado es el chocolate con café, una bebida que deja en el paladar un sabor amargo y dulce a la vez.

En comparación con el local de su antecesora, ubicada en la Roma, este lugar es más grande y se encuentra dentro de un edificio que tiene más de 100 años, cuyos acabados y pisos de pasta original fueron respetados por la chef Elena Reygadas para darle un toque rústico.

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