Techos de bambú y madera oscura dominan la decoración de esta cebichería; al fondo, luce bien una barra metálica. Un lugar para gente joven pero muy popof. Entre los comensales uno se topa con algunos ejecutivos, pero también con juniors de buen ver y vestir.

Una cubetita de metal llena de camote, papa y plátano deshidratados es colocada segundos después de sentarse a la mesa. Al lado, para sopear las frituras, una charolita con cuatro sabrosas salsas: la guancaina, en la que se reconoce el sabor de la leche y el queso; la de ají rojo, ligeramente picante; una tercera y crujiente de queso con cacahuate y, al final, la tradicional de tomate verde y cilantro. Elías, el mesero en turno, se presenta y, conocedor, se ofrece a explicar cada platillo del largo menú.

Amantes del pisco sour: es momento de pedir uno, ya sea grande o chico. Alérgicos a las claras batidas: mejor opten por una margarita esmeralda, de melón valenciano, otro de sus cocteles.

En un primer acercamiento, tanto a este local como a la comida peruana en general, es recomendable pedir una degustación de las entradas. Del llamado piqueo frío –excelente en cantidades para dos personas–, se destacan las tostadas de pulpo, mero y camarón. La cebolla morada, los chiles manzano y habanero, el jengibre y la cantidad exacta de jugo de limón, son la combinación perfecta para resaltar exquisitamente los sabores del mar. Puedes continuar con el anticucho nikei o brocheta de atún, que se sirve con puré de elote. Exquisita mezcla sellada con un toque de salsa agridulce, resaltada por las delgadas tiritas de pimiento, mango, zanahoria y soja que las cubren.

La sugerencia de Elías: el tacu tacu La Mar, una mezcla de arroz y frijoles refritos con generosos trozos de callos de hacha al wok, que no pierden un segundo su sabor frente a la salsa de ají amarillo, miel y romero.

Ni de casualidad te olvides de dejar espacio para el postre: el zapote, muy distinto al acostumbrado en las mesas mexicanas, es todo un descubrimiento. Cremoso y con dejos de sabor a chocolate, el dulce es suavizado con naranja flameada al ron.

Este sitio es la primera sucursal en México de su homónimo en Lima, y es propiedad del muy reconocido chef peruano, Gastón Acurio, un también empresario que, con su cadena de restaurantes en varias capitales de América Latina y su nombre como marca, factura mil millones de dólares anuales, teniendo como lema que el cebiche “es, sobre todo, un modo de ser y de vivir”.