Versa el bolero que “unos ojos bañados de luz son un motivo”, pues aquí una tlayuda bañada con frijoles refritos y asiento de chicharrón, también son un motivo… de hecho, son como dos.

Cuando vengas (porque a nadie engañas diciendo que no lo harás) tienes que probar el mole negro con las tortillas caseras. Punto y se acabó. El sabor es dulce, picoso y con un ligero toque amargo. Otra recomendación son los chiles pasilla rellenos de picadillo de pollo y almendras. Simple y llanamente porque el chile pasilla es el rey de los chiles. No pica y su textura es distinta, pues es delgadísimo y suele prepararse deshidratado.

Evidentemente no podría ser un lugar de comida típica oaxaqueña si no tuviera una extensa variedad de mezcales (clásicos como el de gusano o pechuga), que son buenísimos como digestivo. Para cerrar, su café de olla y el pan de yema. O puedes inclinarte por un chocolate oaxaqueño, considerado la bebida de los dioses mixtecas.

Tlayudas, tasajo y mole, este restaurante se merece un ¡ole!