Por Mariana Camacho.

Del antiguo restaurante L’Olivier no queda nada. El local en la esquina de Torcuato, Tasso y Masaryk fue radicalmente transformado para el montaje del concepto Gu. El único elemento que sobrevivió a la remodelación (y que de hecho se mejoró) es la cocina, colocada en un protagónico espacio, completamente abierta para que desde cualquier punto del comedor central no se pierda la vista la acción de las líneas de producción de dieciocho cocineros.

En las mesas del lado izquierdo verás por ejemplo la trinchera repostera, en la que están colocadas hileritas de merengues verdes con sabor a menta que ofrecen como cortesía al final de la comida. No hay mejor manera para constatar que todo está hecho en el momento (y de la cantidad de sopletes que llegan a utilizar para los platillos).

La cocina, que el chef Juan Rodríguez y su staff definen como «cocina-taller», tiene una marcada base francesa, aunque echa mano de la mexicana y la japonesa. Un buen ejemplo es el crème brûlée de foie gras con chutney de pera, que viene acompañado con piezas de brioche de avellana. Si de por sí el foie gras es un producto que eleva el plato, los toques dulces de la pera y la textura granulada de la superficie quemada redondean la experiencia.

El filete «dos maneras» no es tan memorable como el primer tiempo pero también tiene un twist de la casa: el filete que usualmente se prepara con salsa de pimienta, muy a la francesa, aquí lo sirven con salsa de romero: menos picante pero mucho más aromática.

La repostería ocupa también un lugar protagónico, tanto que hay un menú independiente con las especialidades. Una sugerencia segura es el cheese cake, un clásico que aquí sirven con la cúchara grande: el topping es de queso de cabra flameado y tiene por guarnición un helado de especias (del que resalta mucho el clavo) montado en un trozo de higo. Si combinas en el mismo bocado todo, verás lo bueno que resulta el contraste de texturas y temperaturas.

Para visitantes asiduos la casa reserva el «Taller Gourmand», un apartado con las sugerencias que se rotan en el menú de platos fuertes y postres. Para caprichosos la casa tiene una oferta: puedes pedir al chef que te cree un platillo personalizado, donde tú eliges los ingredientes y en quince días la casa te muestra tres diferentes propuestas. Tu favorita se sirve en la mesa del chef el día que elijas. Tiene terraza (para fumadores).