Cada vez que abre un nuevo restaurante en la ciudad nos tenemos que hacer la misma pregunta: ¿por qué visitarlo? En el caso de Fratellino, la respuesta es porque un italiano se encuentra detrás de la cocina. Recién desempacado de La Spezia, el chef Graziano Terrieri llegó a México para traer los sabores del norte de Italia a tierras aztecas.

Los platos resultan en un juego que combina lo tradicional con lo moderno. El espacio, sin embargo, busca ser más elegante de lo necesario: los manteles largos, las sillas de terciopelo y la pomposidad, que sobra un poco, sobre todo cuando tienes una terraza con una fantástica vista a la plaza de San Jacinto.

La música es una decepción. Nos tocó escuchar desde Ricardo Montaner hasta algo de Éric Rubín. Tal vez sea influencia de la sociedad con Mariana Ochoa de OV7, pero pocos lugares le dan la importancia que deben al playlist que ponen de Spotify.

Como era de esperarse, en la carta predominan las pizzas y las pastas. La capelli d’Angelo, con huachinango y calabaza, es ligera, cítrica y más que recomendable. Si no quieres arriesgarte, prueba la pechuga a la parmesana. Al final viene el postre: un sorbete de mamey con mascarpone… Querrás volver a paladear ese sabor dulzón, finamente equilibrado con queso.

No todos los locales tienen que apostar a ser la vanguardia gastronómica. A veces lo simple es la mejor opción. En Fratellino podrían olvidarse de las pretensiones y dejar que la comida hable por sí sola