Farina es un experimento de cocina italomexicana, muy informal, de la chef Paola Garduño (Café O y O2). Un local pequeñito, en la esquina de Monte Líbano en el que la chef quiso recrear “uno de esos lugares que te encuentras mucho en la Roma y la Condesa”, dos colonias que frecuenta mucho: “siempre tuve ganas de tener un lugar así, muy de barrio, al que la gente pueda llegar caminando, traer a su perro, etcétera.”

Cuando se llega al Farina la temperatura aumenta unos grados pues el corazón del lugar, su horno de leña, siempre está encendido. La carta no es muy extensa y la mayoría de las especialidades (pizzas, en su mayoría) salen de aquí.

La favorita de Paola es la pizza de anchoas, con jitomate y queso mozzarella, que está enlistada junto a otras clásicas como la margarita (tomate, mozarella y albahaca) y una de pancetta con papa y queso. Todas se preparan al momento, son delgaditas y con los bordes un poco enegrecidos por su paso por el horno.

Para complementar hay algunos platos con verduras, que también llevan un toque del horno: unos corazones de alcachofa con queso ricotta o las berenjenas a la parmesana. Y ensaladas con queso de cabra, pera caramelizada e hinojo.

Al centro del lugar hay una pequeña barra, donde se preparan algunos aperitivos (como el negroni, descrito abajo) con toques amargos para despertar el apetito y varios vinos por copeo.

Aunque el lugar es bastante pequeño (y para la una y media ya está lleno) es bastante acogedor y sin protocolos. Si vas en un grupo de más de cuatro personas, ellos ajustan su espacio, aunque es recomendable que llames antes para que se encarguen de acomodar la mesa.

En una de las paredes del restaurante, Paola tiene enmarcada la receta de un restaurante italiano tradicional en Bologna: Trattoria Anna Maria, que un amigo regaló a Paola al restaurante. Si lo miras de cerca (o le tomas una foto) puedes hacer en casa un helado de limón.