Joven, irreverente y de barrio: no, no estamos hablando de Dulce María en RBD, sino de la fonda El Charal. Este restaurante es casi tan surreal como la jarra que puedes agarrar aquí si así te lo propones. Cuando llegas te reciben con una caguama Carta Blanca y puedes comenzar con alguna de sus deliciosas entradas, como papas gajo con alioli de chipotle y la estrella del sitio: charales enchilados con limón.

Los charales vienen de La Merced, proveedor principal del lugar. El Charal navega con la bandera de hacer comercio justo y local. Utilizan productos de temporada, por lo cual el menú puede variar dependiendo de la fecha en la que vayas. Tan cambiante como la cara de Alejandra Guzmán.

Definitivamente no puedes dejar de probar los chicharrones preparados con cueritos, los chilaquiles y sus tlayudas, otro de los platillos favoritos. Para aquellos más tradicionales, hay alitas y nachos. Además, El Charal es famoso por tener personal tan encantador como un meme de piolín.

Una de las particularidades más llamativas de este lugar es la decoración. Luis Xavier Roca, el propietario, ha recolectado muebles de la lagunilla y demás tiraderos de la CDMX. Si eres hipster te sentirás en tu casa…literalmente. El Charal le da espacio a artistas nuevos e independientes para exponer su trabajo en las paredes. De hecho, como cliente también puedes ponerte creativo y en una de esas cuelgan tu ilustración.

Ven por la comida, quédate por la bebida. Hay cervezas heladas y micheladas con pepino pero si eres más guerrero te aconsejamos ordenar un mezcal. Esta es una de las mejores opciones en la ciudad para precopear o incluso echar la fiesta de una vez. Tu mal de amores te lo agradecerá…y tu cartera también.