La comida india a todos les asusta: intensos especiados, picantes infames y cantidades industriales de explosivos sabores que invaden el paladar y el olfato. Dawat, que significa «invitación al festejo» es precisamente uno de los representantes más auténticos de la comida del norte de la India.

Oculto dentro de una pequeña casona, el decorado no es de llamar la atención. Al fondo un ventanal permite ver cómo trabajan en la cocina. Los meseros están uniformados con un elegante Dhoti, un traje típico de la India. Este es el lugar favorito del embajador de la India en nuestro país, una carta firmada y enmarcada así lo demuestra.

En Dawat es el sabor lo que cuenta. Desde la cocina se escapa el potente aroma del curry apenas competido por el cardamomo que acompaña al mago lassi, una bebida de origen lácteo, similar al yogurt, con un toque especiado igual al de té tchai.

En la mesa nunca deben faltar las naan (similares a las tortillas de harina pero más gruesas). Vienen con ajo o sólo con mantequilla y es el pan que acompaña todos los bocadillos.

Se podría hablar de cada plato pero lo mejor es ir directo a uno que es extraordinario por su sabor e intensidad: las lentejas casi estofadas. Es la mezcla de todos los sueños con leguminosas, la textura hace que no se pueda parar hasta que el picante ya es muy evidente. Un plato muy típico del norte indio.

Aunque en la India los platos son casi todos vegetarianos, la fascinación proteínica del chilango hace que, precisamente, la cocina del norte sea la más afín. Así, el cordero en todas sus presentaciones es la aportación musulmana de Pakistán con quien se tuvo mucho intercambio.