Panadería, repostería, chocolatería y productos de temporada. Entre otras delicias, Da Silva ofrece pan rústico tipo europeo, con masas ácidas y cortezas duras, y afirman ser los primeros en manejarlo en México. Y es que el chef, Eduardo Da Silva ha demostrado ser todo un emprendedor.

Él estudio administración de empresas turísticas y se dedicaba al diseño, fabricación y comercialización de ropa y calzado, pero luego del “error de 1994” su empresa quebró y a los 40 años de edad, con esposa y dos hijos comenzó de cero. Esto significó estudiar cocina en la Anáhuac. Pronto supo que la repostería era su verdadera vocación y se metió de lleno en ello.

Su establecimiento abrió el 17 de marzo del 2000, con pasteles, galletas y chocolates. Pero hacía falta algo, un amigo le sugirió agregar baguettes y croissants y al hacerlos descubrió que eso era para lo que había nacido. Se dio cuenta que su relación con la masa era totalmente natural, quizá de ahí su éxito.

Este chef es un perfeccionista en su trabajo y en ese camino dirige a todo su equipo, supervisándolo para que se cumplan sus altos estándares de calidad en las ocho tiendas que ahora tiene. Para él es muy importante que su cliente sepa exactamente qué lleva y se sienta satisfecho, que encuentre el mismo gusto siempre que adquiere aquí un producto, y con ello está generando lealtad.

Entre sus dulzuras estrella se cuentan el crujiente de avellana, con chocolate de leche y avellana; los pastéis de nata, un postre típico portugués; el cheesecake con mermelada artesanal de cuatro frutos rojos; el viena, un exquisito estudio del chef Eduardo Da Silva sobre la almendra, con almendras en cuatro texturas, bizcocho, praline hojaldrado, crema de mantequilla y glaseado de praline.

Desafortunadamente, en este establecimiento no hay mesas, pero en su sucursal de la calle de Bolívar sí es posible consumirlos ahí mismo.