Este lugar se llama así porque está ubicado en el número 16 de la calle Dolores, pegadito al barrio chino del Centro Histórico. No es un restaurante de manteles largos y el diseño interior es como un pozole (con un poco de todo). Sin embargo, es una alternativa accesible para probar ingredientes del mundo, como los shishito peppers, chilitos japoneses para botanear que no pican nada.

La carta puede resultar confusa; es muy extensa, pero los comensales tienen de dónde escoger. Venden el concepto como “cocina contemporánea con platillos nacionales e internacionales”. La verdad es que su fuerte son las entradas para compartir y las recetas con carne.

De las entradas, échate una mozzarella fresca, su versión ligera de los deditos de este queso que encontrarías en un bar, convertida en un tazón con mozzarella (y burrata) sumergidas en una salsa tibia de jitomate que acompañan con tostadas.

Y para los carnívoros hay de dos. En primer lugar, las albóndigas de ternera con queso ricotta y polenta. Ojo, vienen dos, pero cada una es del tamaño de un puño. Y en segundo, la hamburguesa picante a la parrilla, con pesto de jalapeño, Buffalo casera, aros de cebolla y queso pepper Jack.

Si eres postrero, prueba el moelleux au chocolat, que aunque suena superrimbombante no es más que un volcán de chocolate con interior líquido caliente y helado de vainilla.

La vajilla que usan para este postre y los demás platos es muy bonita, está hecha por artesanos michoacanos. Así es que si lo tuyo son las fotos de comida, te darás vuelo en redes sociales. Ya entrados en materia, pide una copa de Viceversa, un vino franco-mexicano con vid francesa (syrah, carignan y grenache) que se añeja en el valle de Guadalupe.