Por: Alejandro Zárate

Existen varias sucursales pero la de Camino al Olivo es la única que cuenta con restaurante. La tienda está ampliamente surtida, sobre todo en latería importada y vinos, de entre los que destaca la oferta de etiquetas mexicanas y españolas con estilos de vinificación del nuevo mundo, muchas de ellas, importadas exclusivamente por La Criolla.

En la cava climatizada guardan los grandes tesoros: Petrus, Vegas Sicilia y los grandes Chateaux. Entre los clientes más frecuentes se organizan talleres de degustación y cata, algunos de ellos memorables por la calidad de los vinos y de los invitados que los guían.

Mucha gente se sorprende al descubrir que por un módico costo extra puedes darle tus compras a la chef Paulina Jarero, quien te consentirá preparando con sofisticación el contenido de tus latas, ya sea que elijas angulas genuinas, pecho de atún o abulón.

El menú es variable y algunos de los platillos más solicitados van y vienen. La clientela frecuente de la Criolla ya lo sabe.
Para entrar de lleno en material están las brochetas de callo de almeja en aliño de jalapeño. Tres brochetitas que son aptas para compartir. Además de la rica consistencia de la almeja el cremoso aderezo es para chuparse los dedos. Destacan los sabores de parrilla y el picor es el justo para que las cosas sepan pero sin abrumar. A los que nos les gusta el batidero, favor de abstenerse.

Otra entrada suculenta son las dobladitas de atún en ajillo con mouse de aguacate y tartara de tomate verde. Estas son un clásico, a la chef Jarero le encanta “gourmertizar” los platillos típicos y ofrecer festines a los ojos y el paladar. Para los aventureros están los chile mecos rellenos de bonito salpicados con queso fresco y crema de frijol con cassè de tomate. El asunto es muy simple, puede o no picar, pero el sabor condimentado del chile es tan excelso que vale la pena tomar el riesgo. Para el plato fuerte hay de cielo mar y tierra.

El kingfish (un tipo de macarela) en axiote al vapor en hoja de plátano es uno de esos manjares que se derrite en la boca, el axiote bien preparado le da el condimento justo. Aunque no es pato Silvestre, el sabor de esta pechuga abierta y a las brasas es delicioso y sobre todo jugosa.

Los pepitos de cordero recuerdan a los del Vips en fisonomía pero el sabor es una explosión en la boca.

Bienaventurados los habitantes de vistahermosa, los que no, vale la pena el recorrido.