Aunque la comida yucateca no es ajena al paladar chilango, en la Ciudad de México no había un espacio que la catalogara como “alta cocina”. En Casona La Yucateca, la experiencia justifica el adjetivo.

El lugar tiene tres moods: el restaurante, con música mexicana de fondo va bien para el plan familiar; el privado, para 10 personas –que a la vez sirve como cava–, es ideal para reuniones godínez, y la terraza, que, por su extensa barra, es genial para una tarde con los amigos.

La sopa de lima sabe a lo que debe saber. No es un simple consomé de pollo: es un caldito reconfortante con pollo al carbón, pimientos dulces y tortilla crocante. El toque final lo da el acidito de la lima que dejan en el plato.

Otra cosa que se agradece es la conservación de los procesos artesanales, como la cochinita enterrada, preparada con cerdo pelón endémico en un horno de piso. El resultado: una carne suave que combina con lo especiado del achiote y lo agridulce de la naranja, además del toque ahumado que le aporta la leña.

El recorrido se redondea con los helados del chef José Alberto Gómez, con ingredientes mayas. Es imperativo probar el de calabaza.

En general, la oferta es buena por encontrarse en un lugar bien establecido y con una correcta carta de coctelería, sin embargo, los precios pueden llegar a ser algo elevados para una comida por la que hemos pagado mucho menos.