Chilango

Capote Taberna

Capote Taberna / Sandra Villavicencio

Por Mariana Camacho

En los viejos tiempos, cuando no había segundos pisos, nadie ponía peros para cruzar la ciudad con tal de comer en su restaurante favorito. No importaba ir de Polanco a Xochimilco si ahí estaban las mejores quesadillas, o de Coyoacán a la Condesa para llegar al lugar “de onda”.

Hoy, el tráfico es más pero los restaurantes también, y por ello las personas prefieren mantener una relación cercana con sus restaurantes vecinos, céntricos, pues. Capote Taberna es la novedad para los que tienen ubicada como zona de confort la Roma (sí, la Roma otra vez) y para los que no tienen inconveniente en desplazarse con tal de comer bien. Como buen augurio, está en el local que ocupaba El Mellizo, lugar que dio muchas noches de felicidad a la colonia, con pizzas de calidad regular pero muy buenos tragos.

El espacio quedó irreconocible. Desde la calle te hacen ojitos las dos barras, que antojan sentarse por un trago o, para los abstemios, un vasito de agua fresca que exponen en una vitrolera. Para sacar el mejor partido a Capote (a fin de cuentas, taberna) hay que ir en la noche.

Es la hora ideal para probar de corrido las tapas que ofrece el chef Pedro Martín –conocido por otros proyectos de cocina española, como Tezka y Jaleo–. Aquí ofrece platos fuertes en porciones miniatura, como unas albondiguitas con salsa de tomate y arroz, que invita a repetir ración.

También hay varias opciones con vegetales, como la lasaña con capas de berenjena y queso o los jitomates kumato (o tomate negro, el ingrediente de moda) con cebolla morada picada y camarones secos y diminutos que le dan un toque crujiente a la mezcla. Complementa para la tríada vegetariana con una crema de calabaza con cilantro.

Si pruebas de todo y no tienes inconveniente con texturas chiclosas, pide unos callos; es uno de los platos calientes más robustos y sabrosos que hay en el menú, perfectos para comerlos con el pan de la casa que lleva trocitos de tocino, te va a servir para limpiar.

La cereza del pastel se llama Héctor. Pide que te atienda él, sabe todo lo necesario para hacerte amena la noche: te explica con paciencia los platos; por ningún motivo deja que tu copa quede vacía por más de cinco minutos, ni que las colillas de los cigarros se acumulen en el cenicero, o mucho menos que te vayas a disgusto por algún plato sin antes proponerte un remedio. Te recomendamos que lo visites antes de que se ponga de moda.

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