Lugar para paladares que gustan de lo italianizado, sin exigir detalles exquisitos y tradicionales.
Este es un lugar para comensales abiertos a la tropicalización de la comida italiana, que buscan pastas preparadas al gusto y están poco interesados en decoraciones propositivas. Las paredes en ladrillo y piedra intentan transportarnos a la antigua Roma, pero no lo logran, debido a un carácter inexacto de imitación: las lámparas modernas de alabastro que cuelgan de los techos, la música de fondo (“Unchained Melody”, sí, el tema central de Ghost), y el pintoresco póster de Vermouth Bianco, que es el único cuadro del lugar. En resumidas cuentas, no es el ejemplar mejor concebido de una trattoria, pero tal vez ésa no sea su intención. A decir de su chef, es un restaurante italiano americanizado. Aún así, cojea en su estilo, además de que los meseros no están muy enterados de los ingredientes y otros detalles de la carta. Este lugar es frecuentado por ejecutivos de Santa Fe, al parecer más interesados en resolver sus necesidades de variedad que de calidad en la hora y media de comida que permiten sus labores entre semana. De las entradas, lo más recomendable son los camarones salteados al vino blanco y limón, con la cantidad exacta de ajo para no perder el sabor del marisco, pero toma en cuenta que son tres camarones. Algo divertido es que existe la opción de inventar tu propio platillo. Elige entre diferentes tipos de pasta, ingredientes y sazonadores por $90 y comerás una cantidad considerable. Para el que busca una combinación ya probada, el tradicional fettucini frutti di mare está entre los más pedidos. Mejillones, camarones, calamar y salmón en una salsa artesanal de jitomate. Su sabor alcanza el adjetivo de tradicional sin riesgos. La recomendación al pedir el postre es la especialidad de la casa: unas crepas de fresa, zarzamoras y frambuesas, flameadas con frangelico y vino tinto. Un punto menos es la poca variedad de vino por copeo. Tinto, sólo tienen Valpolicella; blancos, Proseco y Verdiquio. Por botella hay más opciones, desde un nacional Monte Xanic, hasta un Montepulciano o el Ibernoble, Ribera del Duero.