Este restaurante hace una entrada dramática. Un galerón de techos altos se desdobla en varios ambientes, unidos por un pasillo del que no se ve el final. La luz artificial ayuda a perder la noción del tiempo. ¿Un trago, señorita?, se apura a decir el hombre de la barra. Gin, cítricos, aromáticos se mezclan en segundos. El show va a comenzar.

Confidente, Manuel Quintanero (anfitrión también de Millesime) recibe a sus invitados junto a su socia Enriqueta Sánchez. A Candela Romero se llega por varias razones: negocios, comida y la variedad. El lugar es un imán para lo primero. El servicio está entrenado para aprender los gustos de sus clientes y hay un salón privado al fondo del lugar (incluso hay pequeñas cavas que se pueden personalizar).

La comida –española toda ella– va por el sendero de las tapas y el copeo (que se dejan comer junto a la barra), y por la del emplatado contemporáneo. Éstos se sirven en el salón Tribeca, el chef sirve platos profundos, como los callos, o frugales, como Oriente, unos calamares con vegetales pasados por el wok. Un orgullo de la casa: la paella. Servida al centro, en un disco, “con un dedito de arroz” para que raspes con la cuchara y comas la costra, los granos y un toquecito de aceite alioli de manzana, en el mismo bocado. La variedad viene de las sobremesas largas, se acompaña con espacios para la música y la escena.

Esta ciudad tiene, o ha tenido, muy buenos exponentes de la cocina española, a veces más tradicional, o más contemporánea, de lugares “más canallas” o informales y de mantel largo. Candela Romero se inserta en esa tradición contemporánea con el menú de un cocinero canario respaldado por una estrella Michelin –una de las métricas más relevantes del medio culinario, sobre todo en Europa, con un máximo de tres–.

Aquí ocurren varias cosas simultáneamente entre la barra y el comedor: los sábados, por ejemplo, hay festín de dos horas en el que se cortan enteros, y a la vista de los comensales, patas de jabugo, pollos y lechoncitos ibéricos –con la piel crujiente–, con intermedios de ensaladas y huevos rotos. Entre semana, el pretexto son los arroces y los gin tonics que podrían adherirte a la barra.