Chilango

Azul Condesa

Foto: Azul Condesa.

Uno de los grandes eruditos de la cocina mexicana es, sin duda, el chef Ricardo Muñoz Zurita. Sus platos, provenientes de recetas tradicionales que él mismo investigó en sus recorridos por la República Mexicana, dieron fama a las cafeterías Azul y Oro de la facultad de Ingeniería de la UNAM y del Centro Cultural. Aunque ambas son un éxito (y tienen precios maravillosos), siempre pareció que la cocina de Zurita necesitaba un espacio donde pudiera explayarse más.

A diferencia de sus antecesores, el Azul Condesa es más sofisticado; ahí no sólo hay una carta de vinos (en la de CU no hay por estar dentro del campus) sino una oferta de mezcales, tequilas y demás espirituosos, como el oaxaqueño Mistique, bueno para abrir el apetito. Otro plus está en el diseño, que privilegia a la cocina mostrándola semiabierta a sus comensales.

Lo que permanece prácticamente intacto es el concepto de los platillos -se trajo los menús de sus festivales de cocina regional, como el de Alma Jarocha-. Hay ejemplos que demuestran lo bien que el chef conoce la cocina mexicana, como el tamal de frijol, preparado a la vieja usanza, con negros y refritos en manteca (viene acompañado con otro de acelga, una versión para vegetarianos que prepara con aceite).

Los platillos del puerto son también una buena opción -el chef es veracruzano y le encanta recordarlo en su comida-, como es el caso de los camarones a la diabla, preparados con una salsa cremosa y picosa de chipotle o el arroz en caldo a la tumbada. Otros, ya famosos del lugar, son la cochinita pibil y los pulpos en su tinta, suaves, carnosos y ahogados en salsa.

Aunque los postres no son el fuerte de este restaurante, entre ellos hay un rico pay de mamey que vale la pena: es de consistencia cremosa y mucho sabor a fruta. No es la costumbre pero, puede acompañarse de un chocolate de agua preparado al estilo oaxaqueño.

El mejor espacio es la terraza -que en realidad es el patio de la casa acondicionada para el restaurante-, con mucha vegetación y la iluminación perfecta para pasar una tarde “veraniega”. Se agradece mucho que un lugar así, con buen servicio, buena comida y los mismos precios que las cafeterías Azul y Oro, abra en la Condesa. Un aliciente para elevar la barra de calidad de los lugares que abundan en la zona.