Tras la consumación de la
independencia muchos extranjeros se establecieron en México, y con ellos sus
productos y costumbres. De los franceses que llegaron con José Bonaparte,
adoptamos las pastelerías y restaurantes tipo bistro, de los ingleses el té y roast
beef
, los estadounidenses
instalaron bares y cantinas en las que se consumía whisky, los alemanes
pusieron plantíos de café en muchos puntos del país, y los chinos que fueron
traídos para la costrucción de ferrovías retacaron la ciudad de ‘cafés de
chino’ (que abundan hasta la fecha) donde preparaban su famoso ‘pan chino’.

Como prueba de que no es
necesario destruir lo anterior para construír lo nuevo, el mexicano ni renuncia
a lo propio ni adopta completamente lo ajeno, originando así la cocina híbrida
que nos caracteriza.