Después de embarcarse en varios proyectos gastronómicos, Enrique Olvera admite estar con ánimos renovados para pasar más tiempo en el Pujol. Para empezar, el restaurante cambió; ahora es todo negro con el toque blanco de
los manteles, algunos cuadros y detalles sobrios en las mesas, servicio formal como acostumbra.

Con oído atento a las tendencias, la carta (que ahora trae la foto de un campo en el que se recogen chapulines) tiene cervezas artesanales (mexicanas e importadas), mezcales y aguas. Entre los platos saltó a la entrada un aguachile de chocolatas, borraja, salicornia y ficoide glacial (una hierba crujiente que en el plato parece recién cortada y salpicada por el rocío) que se ombina con limón y granos de sal. Tiene también un puchero de filete de res con consomé clarificado servido con verduritas.

Petrarca 254, Chapultepec, 5545 4111.