Típico que te sirven un plato con arroz, guisado y frijoles. Tú, en vez de comer por partes, haces un revoltijo de todo y después a empacártelo con unos buenos triangulitos de tortilla.

¡Somos chilangos! Nos encanta la revoltura de sabores, sobre todo por nuestra deliciosa gastronomía (difícil hacerlo cuando es una carne asada norteña ¿verdad?). Pero no negarás que ésa es una costumbre extraña, tan extraña como comer deprisa (¡las prisas de la capital!) y después quedar panzón en la oficina sufriendo el mal del puerco.

Estamos llenos de malos hábitos a la hora de comer, no sabemos si porque así somos o porque nuestra gastronomía nos obliga a ello: los chilangos tenemos que tener algo de carne en nuestro plato “porque o si no, no llena”, sin importar que te hayas echado tres quesadillas de champiñones y dos tlacoyos de haba. Tampoco necesitamos cubiertos porque la mayoría se las arregla con el filo del tenedor para partir todo.

Hay muchas de estas costumbres que son inocentes, pero si te las quieres dar de buen comelón defeño, no incurras en estos grandes pecados:

1.- No pondrás limón sobre todas las cosas

El clásico trastecito con limones partidos que ponen en cada puesto de tacos de la capital es obligatorio. Los chilangos le ponemos limón a todo: a la chela, a los bisteces, a la ensalada, a los elotes, al chicharrón. Es tal nuestra dependencia al preciado cítrico que durante la crisis del año pasado algunos bárbaros hasta le echaban naranja a sus tacos ¡wtf! Basta: la comida sin limón también sabe buena, inténtenlo.

2.- Salsa de la que pica, of course

Nos encanta el chile, sin albur. Y entre más picosa la salsa mejor: tal parece que los guisados son un pretexto para enchilarnos y hacer el clásico gesto de soplar pa’ dentro. No está bien que los labios te queden hinchados como boca de Memín Pinguín, no tienes que demostrarle a nadie que eres el mejor come chiles de la comarca. Ya sabemos que “la comida sin chile no sabe” pero no solo de habaneros vive el hombre.

3.- El tamaño no importa

No hay chilango que no haya dicho “en la cocina de allá está mejor la comida: te sirven mucho por poco dinero”. Buscamos los tacos que casi revientan la tortilla, las milanesas de oreja de elefante, las quesadillas que parecen machete. Según algunos, entre más te sirvan, es mejor: comida abundante aunque vayan ustedes a saber de qué carne te sirvan. Claro, el extremo son esos restaurantes donde te ponen poquitito y te lo dan carísimo, pero tampoco hay que exagerar.

4.- No le echarás sal a la comida antes de probarla

Afortunadamente ya quitaron los saleros de las fondas mexicanas pero hay muchos que todavía agitan el cosito, como si fuera maraca, antes de probar su platillo. Nos preguntamos: limón con exageración, muchísima sal y salsa de la que pica. Pues da igual lo que te sirvan, con esa combinación matas a todas tus papilas gustativas ¡ja!

5.- ¡Esto está muy frío!

Nuestras mamacitas nos enseñaron que el café debe de tomarse casi hirviendo, la quesadilla hay que comerla salidita del aceite y si está muy frío es mejor regresar el plato “para que lo metan al micro”. A lo largo de muchas generaciones la comida caliente ha hecho que los chilangos desarrollemos una especie de callo en la lengua, así que no nos importa echarnos un pedazo de carbón al rojo vivo a la buchaca. Pregunten a sus mamás: si está tibia la comida sabe fea ¡y hace daño! ¿de dónde se les ocurriría eso?

6.- ¿Con queso o sin queso?

Debemos de ser los mayores consumidores de queso en el mundo. Ya olvídense del queso Oaxaca (o quesillo) que combina con todo: más bien nos referimos a ese queso blanco rallado, que no tiene sabor alguno y que sirve para… nada. Muchos tienen la teoría de que ese queso es básicamente plástico rallado (¡a 15 pesos el kilo! ¡es baratísimo!) porque no hay señora fritanguera que no tenga una bolsa enorme para espolvorearle a las quesadillas o tacos.

7.- Aceite, el mejor amigo del chilango

El mayor pecado chilango, que involucra problema de salud, de obesidad y de algunas enfermedades gastrointestinales, es que toda la comida callejera pasa por aceite. Dudamos seriamente que el puesto de lámina donde comes tacos use aceite de la mejor calidad, pero lo que es cierto es que las tortas, los pedazotes de suadero, los tacos de canasta, los tamales, las papas, churros, pescados y hasta las donas pasan por el proceso fritanguero. Ese aceite se recicla una y otra vez aunque muchos le ponen un pedazo de cebolla “para que absorba lo negrito”. No señor: cuiden sus arterias y dejen de freír todo, por muy bueno que sepa.

Ya sonamos como a mamá regañona, pero en serio: no todo se trata de quedar panzón ¿has pecado, amigo chilango? ¡cuéntanos en los comentarios!

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