Chilango

Bailongo en el Salón Los Ángeles

Arturo Lara

“El baile inicia a la una, pero pueden llegar a las 5; a partir de esa hora empieza lo bueno”. Y así fue como caminamos por las aparentemente poco cálidas calles de la colonia Guerrero para llegar hasta Lerdo 206, al Salón Los Ángeles, donde la señora Nieto –viuda del hijo del primer dueño y madre de los actuales administradores– recibía con una sonrisa a rumberas, pachucos y tarzanes que corrían al baño a caracterizarse, que la pista los esperaba.

Decenas de curiosos también se quedaban con un poquito de la alegría de la señora Nieto. Estaba feliz con la convocatoria que había logrado Jesús Juárez, El Cebos, “el señor chaparrito de saco verde” al que se le ocurrió organizar este baile hace 70 años, pero que no lo materializó sino hace 32.

Hombres y mujeres de 60 años para arriba jalaban la primera mirada del recién llegado. Trajes y corbatas en telas satinadas de colores chillantes (amarillas, azules, verdes), pantalones bombachos, zapatos bicolor, sombreros de pluma de faisán, claveles en la solapa, cadenas, anillos; olanes de todos los tamaños, igual que colas y bustieres, hombreras de malla, tocados. Así el recibimiento a este 32 aniversario de tarzanes, rumberas y pachucos.

Salón Los Ángeles (Arturo Lara)

Es fácil ubicar a los pachucos, basta con pensar en Tin Tán. Ni qué decir de las rumberas, que hasta su subgénero cinematográfico coronaron en la época de oro del cine mexicano, cinco nombres bastan: María Antonieta Pons (‘El Ciclón del Caribe’), Meche Barba (‘La Venus Azteca’), Amalia Aguilar (‘La Bomba Atómica?), Ninón Sevilla (‘La Venus Dorada’) y Rosa Carmina (‘La Mujer de Fuego?).

Pero, ¿y los tarzanes? Fueron otra “tribu urbana” de la época de los años cuarenta y cincuenta. Antes, los que llegaban a Los Ángeles se vestían de amarillo, “ahora vienen de todos colores”, usan pantalones bastante anchos, sombrero y el saco les llega hasta la rodilla. 

El Cebos, a quien la señora Nieto le dice Chuchito, siempre ha venido a Los Ángeles. Este año lo hizo vestido de verde. Por momentos veías la mancha color trebol sobre el escenario, después entrando de nuevo por la puerta principal, no paraba: Ya estaba agradeciendo a las orquestas, ya presentando a una nueva pareja de baile en el escenario, ya taconeando en la pista, ya platicando con unos de la mesa de la esquina. A sus 82 años.

‘El rey de los ricos, el rico mambo’ de la orquesta Perez Prado, con el que Antonio Espino ‘Clavillazo’, parecía no tener una sola articulación, suena de fondo mientras entrevistamos a El Cebos.  

En tres minutos que se dio para descansar nos platicó que es de Puebla y lleva 32 años organizando el baile. “Pero a mí se me ocurrió desde 1943. Un día reflexioné y pensé que los Pachucos no tenían que morir. El primer baile que hice fue en mi casa, en la colonia Del Sol. Reuní a todos mis amigos, hicimos una taquiza y desde ahí”.

Después de gritarle “Oye, oye” a un hombre que pasó frente a nosotros y con el que alguna urgencia traía, Don Jesús tuvo que irse corriendo.

Salón Los Ángeles (Arturo Lara)

“Yo fui fan de María Antonieta Pons y le aprendí la meneada de los hombros”, nos platica Doña Mary mientras lo hace. “En esa época ella era la mejor rumbera”, nos cuenta quien lleva más de 20 años viniendo a la fiesta de Pachucos y que este sábado, junto a su esposo don José Luis, participó en el jurado y le entregó el premio a los reyes: Mayra y Ricardo.

Mary y José Luis van a cumplir 24 años de casados. A ellos los unió el baile: “la conocí en el Salón Colonia, la catedral del mambo. Ella fue la que me abordó, no yo. Dijo que bailaba bien. Me invitó a bailar un swing. Yo la ví muy, acá, muy bien. Y dije, la voy a sacar a bailar. Y chocamos (en el sentido de encontrarse violentamente, no de enfrentarse), y hasta la fecha seguimos chocados”.

Hace cuatro años ella ganó el segundo y tercer lugar de rumbera con un vestido de tul color fuscia y sus mejores pasos. Desde entonces no concursa, una vez que ganas ya no puedes volver a hacerlo, “hay que darle paso a las nuevas generaciones”.

Quienes vienen a Los Ángeles, además de conocer México, invierten no sólo en horas de baile sino en muchos pesos para sus trajes. Hay quienes toman la edición de rumberas de la revista Somos, como doña Mary,  mandan hacer su vestido y gastan $600. Pero hay otros que pueden desembolsar hasta $4,500. Por eso, nos dijo El Cebos, la entrada del boleto es barata ($160), “porque a cada persona le cuesta mucho dinero su vestuario”.

Salón Los Ángeles (Arturo Lara)

Para este 32 aniversario, el Salón Los Ángeles invitó a la Primera Danzonera de América Acerina de Diego Perez, a la Orquesta Pérez Prado, a los Reyes del mambo de Mario Cárdenas, a la Orquesta Antillana de Arturo Nuñez y a la Orquesta Siboney.

Aunque los bailarines dicen venir solo con la intención de divertirse, hay quienes terminan decepcionados por no llevarse el premio. Tal vez ignoran que éste se define desde antes del evento. Sin embargo, a la hora de la hora le echan ganas con su vestuario, baile, postura y elegancia. De eso se trata, de revivir otros tiempos.

¿Qué ha cambiado a lo largo de estas más de tres décadas? Desde los participantes, “ahora viene mucho jovencito”, hasta las danzoneras, que evidentemente ya no tienen a sus integrantes originales. Sin embargo, el baile y los asistentes siguen disfrutando llenar de colores las esquinas del salón, lustrar el piso ajedrezado y sonreir, al lado de los cuates de siempre, mientras esperan a que su compás favorito salga de las enormes bocinas ubicadas en el escenario del Salón Los Ángeles.