Chilango

Homo Tepitecus

Paris Alejandro Salazar

El Homo Tepitecus es una estirpe de chilango que provoca una multitud de historias, leyendas, rumores, mitos, cuentos, chismes, ficciones, mitotes e intrigas por su modus vivendi  y su andar en la capital. De carácter luchón, aguerrido, rebelde y trabajador, estos hombres y mujeres del barrio de Tepito, que a diario salen a ejercer el comercio para ganarse el pan y a la vez sobreviven al estigma que los criminaliza y a la autoridad que los vigila, son parte de la identidad urbana y cultural del Distrito Federal.

Pasiones y rencores, emociones y temores, insomnios y reticencias despiertan la palabra “Tepito” y su gente que lo habita y vive a diario. Y es que desde el nombre surgen las incógnitas, algunos dicen que se generó de un código policiaco para detener delincuentes en la zona: “Te-pito cuando vea otra vez al ratero ese…”. Por otra parte, algunos académicos infieren raíces náhuatl como Tepitón y Tecualtepitón, y hasta lo asocian con el nombre indígena de la isla de Pascua: Te Pito (el ombligo del mundo).

Tepito se forma de las calles Aztecas, Fray Bartolomé de las Casas, Caridad, González Ortega, Florida, Matamoros, Tenochtitlán, Toltecas y Jesús Carranza, además abraza y se hace acompañar de los barrio de Peralvillo, Lagunilla y El Carmen, que lo extiende hasta Reforma Norte, Canal del Norte, Circunvalación, Ferrocarril de Cintura, Peña y Peña, Apartado y República de Perú.

A Tepito se le atribuyen varios apellidos como “barrio bravo”, “boutique de los pobres”, “cuna de boxeadores”, “mercado de ocasión”, “lugar de sonideros y grandes bailarines”, “el reino de la fayuca bara bara”, “zona de chulos, padrotes y reinitas”, “el edén de la piratería”, “ la tierra del lique, pique y califique”, “el lugar más peligroso de la ciudad”, “el paraíso de la delincuencia”, “Tepisur”, “Tepis”, “Peritepis”, y otros motes por la extensa gama de personalidades y actividades que se realizan en sus calles.

Tierra auténtica de convivencia, solidaridad y defensa del barrio y la identidad tepiteña, de gente que cabulea, rifa, alburea y llena de piropos a quien se le antoja, ha inspirado novelas como Los Hijos de Sánchez de Oscar Lewis, Chin chin el Teporocho de Armando Ramírez y La esquina de los ojos rojos, de Rafael Ramírez Heredia.

Ha sido casa de boxeadores como Kid Azteca, Ratón Macías, Púas Olivares, Famoso Gómez, Carlos Zarate, Huitlacoche Medel y Guadalupe Pinto; del futbolista como Cuauhtémoc Blanco, aunque se los disputan en la colonia Tlatilco; luchadores como el Huracán Ramírez y Místico (hoy Sin Cara en la WWE); los comediantes Mario Moreno “Cantinflas” y Adalberto Martínez “Resortes”; el Sonido Pancho; el bailarín y actor Arturo Ayala “Tirantes”; el torero Jaime Bravo; el pintor Daniel Manrique; el periodista Ricardo Rocha; el cronista y hojalatero social Alfonso Hernández; hasta la vendedora de ropa interior, campeona nacional y profesora de albures Lourdes Ruiz, “La Verdolaga Enmascarada”.

El lado negativo de esta tierra de chilangos laboriosos es el estigma de violencia, ilegalidad y delincuencia, pues la calle Jesús Carranza, en el corazón de Tepito, ostentaba hasta hace unos el récord de tener el mayor número de vecinos presos en las cárceles capitalinas. Además es considerada la calle más peligrosa de la Ciudad de México y un punto neurálgico de presuntos narcotraficantes, sicarios, secuestradores, estafadores y extorsionadores, de acuerdo con la procuraduría capitalina.

En Tepito viven personas y personajes que enriquecen y sostienen al barrio con dignidad, que bien podrían integrar una mitología urbana chilanga, tan especiales que no los hay en otros rincones de la ciudad como el fayuquero; el timador “dónde quedó la bolita”; el hojalatero igualador de color; el polifacético comerciante ambulante; el seductor chambelán; el gandalla; el músico creativo; el diablero; el carterista; los cadeneros; el abominable hombre de las nieves (helados); el pepenador-reciclador; el chatarrero, el chinero; la bailarina nocturna; la vendedora de instantes eróticos; los rencores vivos; el franelero, entre otros; así como también hay licenciados, médicos, ingenieros, arquitectos, artistas plásticos y demás profesionistas que son el alma de estas calles.  No es el barrio el que hace al tepiteño, es el tepiteño el que nace, hace y crece al barrio, de acuerdo a la elección que haga, incluso si esta es insólita o infame. El Homo Tepitecus puede ser la salvación o la condena del Barrio de Tepito.