Chilango

Feliz día del albañil

Especial

Nos queda claro que los grandes ejemplos entre los albañiles no son Alfonso Zayas y Luis de Alba, sino los caballeros que celebran su día este 3 de mayo. Es a ellos a quienes queremos felicitar: señores albañiles, venga, a levantar la cruz.

Lanzaremos la pregunta al aire, ¿cuántas de ustedes, señoritas, odian que los albañiles las agarren de carne de cañón y empiecen a tirarles palabrejas mientras  caminan tranquilamente por la calle? Ahora bien, ¿cuántos de ustedes, caballeros, admiran la capacidad de estos señores de gritar “piropos” y torcer el lenguaje por medio del albur para someter a cualquiera? Porque, hay que aceptarlo: ellos también son los maestros de la lengua popular.

Al “maistro” de obra va dedicado este post, en el que reconocemos las seis cosas que admiramos de ellos: 

1. Sus piropos / su “poesía”

Son los reyes y señores del piropo, pero lo que mejor dominan es el albur. Si quieres aprender a ser un maestrazo de la lengua (sin albur) tienes que darte un entre con ellos. Es más, los mejores son los que incluso hasta riman.  Pueden ir de un “ese burro ya no existe porque tú etc.”, y terminar con un “Madre sólo hay una en la vida, pero si te sobra préstala para una movida”, y gongorismos así. Lo hacen como quien declama poesía. Con sencillez.

2. Su aguante para el chupe

Cada 3 de mayo, los “maistros” del cemento y la cuchara nos sorprenden por esa capacidad que tienen de entrarle a la caguama (a poco su mamá nunca les aventó un: “¿Caguama? ¡Ni que fueras albañil). Total que ellos son capaces de inscribirse a una competencia de beber cerveza y pelear al tú por tú con ingleses y alemanes, ganarles y, al final, recitarles un poema, ¡cómo no!

3. Su habilidad para cocinar

Sus conocimientos gastronómicos son heredados de generación en generación. El maestro albañil es el encargado de transmitir sus secretos culinarios a su chalán. Desde cómo hacer una salsa verde hasta el tiempo exacto de cocción de la carne y las cebollitas de cambray y, encima de todo, son maestrazos para preparar huevos (otra ves sin albur). Esta sabiduría es elemental para estos soldados del cemento cuyo paladar es tan exquisito como su habilidad para crear edificios.  

4. Su fuerza física 

Así de chiquitos como los vemos, estos señores tienen la fuerza de Schwarzenegger y Stallone juntos. Ahí los vemos, haciendo la mezcla, cargando costales de grava y cemento de 50 kilos, más de 20 litros de pintura en cubetas colgando de sus hombros. N’ombre si son unos masters, aunque su musculatura diga lo contrario. 

5. Su capacidad numérica

Estos señores aplican a la perfección aquello de “a ojo de buen cubero”, nomás les basta con echar una miradita para saber cuánto mide el terreno, qué tanto material van a utilizar para construir su nueva obra y, bueno, para calcular las medidas exactas de aquella mamacita de minifaldita y taconcitos que acaba de pasar frente a ellos.  

6. No le tienen miedo a nada 

Encima de que estos señores crecieron llenos de angustias, tienen que andar trepados en los esqueletos de las construcciones. Envidiamos, pues, sus nervios de acero. Ellos, como el hombre araña, caminan en un pretil de menos de 30 cm de ancho, colocado a una altura de más de 20 metros y lo hacen a sus anchas. 

Venga el merecido homenaje que les brindó el director mexicano Adolfo Martínez Solares en 1984. 

https://www.youtube.com/watch?v=uUjGlVhimEc&feature=related