Chilango

‘Me asaltaron en la semana del sismo’

Cuartoscuro

Durante la semana pasada, cuando un fuerte sismo azotó la ciudad, vimos muestras de solidaridad por doquier. Pero no todas las historias fueron positivas, poco a poco nos enteramos de que los delincuentes siguieron haciendo de las suyas, mientras las fuerzas de seguridad estaban enfocadas en los edificios derrumbados o en las fugas de gas. A continuación te compartimos el testimonio de Lola Ancira, una habitante de nuestra ciudad, quien fue asaltada en un restaurante de la delegación Coyoacán cinco días después del 19S:

«Aproximadamente a las 10:00 de la noche del domingo 23 de septiembre, tres sujetos armados (fornidos y con ropa deportiva) asaltaron el Wings Army de avenida Universidad 1892, ubicado muy cerca del centro comercial Oasis Coyoacán. Yo estaba con varias personas ahí, cuando ellos se sentaron a nuestro lado. Al momento en que la mesera se acercó para tomar su orden, sacaron armas e iniciaron el robo, que no duró más de cinco minutos.

«Tras los característicos gritos de ‘¡agachen la cabeza!’, ‘¡saquen todo, no se hagan pendejos!’ y ‘¿a poco no traen celulares?’, la mayoría de mis acompañantes colocó sus pertenencias en la mesa. Yo escondí mi tarjeta y mi celular debajo de la banca segundos antes, por inercia, aunque ahora pienso que fue riesgoso. Tras pasar a recoger los objetos y seguir gritando amenazas, e incluso encañonar a algunos en la cabeza, salieron del local repentinamente.

«Estaba desconcertada, pero no sentía miedo, sino impotencia, irritación y rabia. Había varias mesas ocupadas por familias e incluso un niño pequeño. Dos personas entraron en pánico, una de ellas era una española que estaba en crisis y mencionó que le habían dicho que aquél era un barrio seguro. A todos nos quedó claro que no. Conservé mis pertenencias, pero no la paz.

«Esa noche, poco antes de llegar al lugar, nos habíamos enterado de que habían asaltado a los clientes hacía unas semanas, hecho que nos puso en alerta, pues ya habíamos visitado el restaurante en varias ocasiones. Los empleados lo corroboraron: nos informaron esa noche que era la segunda vez que eso pasaba en sólo un mes. La primera sólo asaltaron a los clientes, pero ahora también atracaron la barra.

«A pesar de haber activado el botón de pánico, la patrulla tardó en llegar el tiempo suficiente para que los asaltantes salieran de aquel segundo piso, se detuvieran algunos minutos en la esquina, donde un sujeto en motoneta los esperaba, y luego huyeran corriendo. Más tarde apareció el ruido de la sirena y las luces de la torreta. Otra persona ya estaba realizando una denuncia telefónica.

«Llevo poco más de cinco años viviendo en la ciudad y éste es mi tercer asalto (el primero fue en la vía pública y otro en un autobús, a plena luz del día), todos a mano armada. El sentimiento que predomina es siempre el mismo: enojo, impotencia. No es miedo, es coraje. Es saber que, a pesar de los desastres naturales que azotan al país, la violencia generalizada sigue siendo parte de la vida cotidiana, y que por ello ‘estar bien’ no es precisamente estar en paz, sino estar vivo, no tener heridas visibles. Sí, estoy bien, pero angustiada, con miedo y taquicardia repentina, con flashbacks de estos eventos. Lo contrario de ‘bien’ en nuestro contexto no es “mal”, sino ‘sin vida’. Nos hemos acostumbrado a aceptar que, si no estamos heridos, debemos estar agradecidos, como si no existiera el derecho a la tranquilidad.

«Una ciudad también se construye con su gente. Para estas personas es más fácil amenazar y arrebatar que esforzarse y trabajar; pero, como se ha visto en los últimos días, podemos hacer algo, trabajar juntos para ayudarnos y mejorar, fomentar la empatía y así lograr vivir en un lugar mejor.

«Evidenciar mi experiencia aquí definitivamente tendrá un mayor alcance y eficacia que la denuncia en el Ministerio Público. Espero que sirva para alertar a la población y que esta zona esté mejor vigilada.

«Rapiña, asaltos y agresiones se han registrado en estos días de caos y terror. Éste sólo es uno más. Si Wings Army (o cualquier otro establecimiento) no puede garantizar la seguridad de sus clientes (al igual que el gobierno no puede hacerlo con nuestra seguridad), no debería ofrecer sus servicios. Este hecho repetido crea, por supuesto, diversas sospechas. La seguridad y tranquilidad no son un privilegio, sino un derecho, una necesidad que debe ser exigida.»

Otra zona de la ciudad donde la inseguridad parece ya ser la regla y no la excepción es la delegación Cuauhtémoc, donde el crimen organizado ya hizo su guarida.