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Andreas Gursky: La valoración del arte

Especial

En noviembre pasado, una imagen del artista alemán Andreas Gursky, Rhein II (arriba), fue vendida en 4.3 millones de dólares, convirtiéndose en la foto más cara de la historia. Ello suscitó una serie de objeciones y defensas sobre el estatus de la fotografía en el mundo del arte. Esta no es la primera vez que Gursky encabeza la lista de precios; la que mostramos abajo, titulada 99 Cent II Diptychon, ahora en tercer lugar, se vendió por 3.3 mdd en 2007.

99 Cent II Diptychon (Especial)

En un esfuerzo no por justificar sino por entender el precio, uno tiene que remontarse a los orígenes de Gursky en la Kunstakademie de Dusseldorf, donde estudió bajo la supervisión de los Bechers (Bernd y Hilla) y junto con otras grandes figuras de la fotografía artística como Thomas Ruff y Tomas Struth.

Becher (Especial)

La escala monumental de los trabajos de dichos fotógrafos se ha convertido en su sello distintivo y, de cierta manera, en un requisito para el éxito de la grandes galerías.

2 (Especial)

La posibilidad de adentrarse en el trabajo como resultado de su dimensión y luminosidad dota a la fotografía de una cierta “aura” en términos Benjaminianos. Al armar y remover cuidadosamente los elementos arquitectónicos que podrían romper el horizonte o cualquier indicio de presencia humana, Gursky nos muestra un inquietante y casi sublime paisaje que él mismo describe como alegórico.

1 (Especial)

Con medidas de 3.5m x 2m, Rhein II está compuesta por negativos de gran formato y fue trabajada con Photoshop para obtener mayor detalle. Gursky emplea una técnica de montaje llamada Diasec, que une la impresión fotográfica con un pliego de plexiglass, convirtiendo la imagen en un objeto que transforma por completo la experiencia estética.

Rhein II es la fotografía preferida de Gursky y comúnmente es descrita como compleja y con planos distintos. Fue tomada en Dusseldorf, a pocos minutos en Maseratti de su estudio multimillonario (inalcanzable para el 99% de los artistas y fotógrafos).

La fotografía en cuestión fue impresa seis veces en una edición limitada. Cuatro pertenecen a museos como el MoMA en Nueva York y la Tate en Londres y sólo dos están abiertas a subasta, lo cual empuja su precio aún más. Sin cuestionar la calidad del trabajo, uno debería ser escéptico frente a los mecanismos que determinan los precios del arte contemporáneo.

Conforme los bancos se convierten en importantes inversionistas, y las subastas pasan a ser los lugares de recreación de los millonarios, es evidente que la especulación desempeña un papel en el arte contemporáneo.

Lanchota (Especial)

Las incongruencias presentes en la valoración del arte se muestran también en la obra de Christian Jankowski (arriba) que fue expuesta el año pasado en la Feria de Arte de Frieze, en donde el artista presentó una lancha de lujo que podía ser comprada como barco o como escultura (una referencia banal y poco sutil a Duchamp). La única diferencia entre las compras fue la existencia de un certificado y la firma del artista.

Duchamp (Especial)

La reseña del la casa subastadora Christies sugiere que el espectdor no ha sido invitado a considerar un lugar específico a lo largo del río Rin, sino más bien un “ideal casi platónico” del cuerpo de agua a medida que se navega visualmente por el paisaje.

Esta referencia al binomio platónico también es relevante a la dicotomía de la valuación del arte contemporáneo. Ustedes qué opinan, ¿nversión especulativa o apreciación estética?

Pablo Antolí es fotógrafo colaborador de Los hijos de la Malinche