La segunda cinta de la hija de David Lynch es una marejada de misterio incómodo: su dirección absorbe, nos deja tensos y hasta sientes un poco de taquicardia.

Algo debió aprender de su padre.

La historia se sitúa en un pueblo del desierto donde ha habido terribles asesinatos, una pareja de agente del FBI llegan a la estación de policía para interrogar a tres testigos: una niña que ha perdido a su familia en esta oleada de crímenes; Bobby, una junkie; y Jack el jefe de la policía.

Cada uno dará su testimonio, según lo que recuerdan o vieron. Cada confesión es contradictoria y sólo confunde a los agentes, quienes también tienen su propia visión de los hechos.

La cinta contiene un final sorpresivo que vale la pena averiguar. No diremos más para no arruinarlo.