Por Jaime Azrad (@_azrad)

Los problemas de un sociedad posmoderna se inclinan más por dilemas de carácter moral que por preocupaciones de supervivencia o desarrollo. Una sola noche ejemplifica a la perfección los conceptos de culpa, fidelidad y conciencia, y cómo es que estos marcan las pautas del comportamiento aceptado en un grupo.

Michael y Joanna Reed forman una joven pareja que tiene una vida cómoda y perfecta en un envidiable departamento en Manhattan. Las inseguridades de Joanna y las tentaciones de ambos tienden siempre a generar caos, pues entre celos, confianza y deseos carnales, los Reed no se saben merecedores de la felicidad que tienen, y están a punto de destruirla.

La historia, por más típica que pueda sonar, logra desde el primer minuto diferenciarse del resto; la sensibilidad en la dirección deMassy Tadjedintiene como resultado una trama que está perfectamente construida e interesa al espectador en cada momento de la misma. El guión, las interpretaciones y el ritmo de la película son excelentes.

¿Por cuál empezar? Las actuaciones de Keira Knightley, Guillaume Canet y sí, hasta de Eva Mendes generan rápidamente una identificación con el público, son interpretaciones muy atinadas, sobrias, pero llenas de emociones que hablan más allá de las palabras. Por su lado,Sam Worthington se muestra más retraído, en un personaje más estable, que se somete a una tentación muy interesante, en parte propiciada por su propia esposa.

Los personajes están construidos inteligentemente, más allá de existir para la película, tienen un pasado latente y aspiraciones que los marcan. Y se nota. La película se deja narrar por ellos sin necesidad de dar más explicaciones: sus acciones no están justificadas siempre en las palabras (como ya nos hemos acostumbrado), sino que nos permiten llegar a conjeturas propias a partir de las emociones que vemos reflejadas en pantalla.

El desarrollo del guión crea diálogos y conversaciones muy interesantes, tanto en sentido literal como en un significado metafórico que, más allá de servir a un propósito en la trama, le habla al espectador directamente y genera en él preguntas que el contexto social obliga a responder, aunque no todos queramos.

El ritmo de la película es un tema interesante, pues aunque se siente un tanto lento, abierto a los espacios de reflexión dentro de la historia, nunca se siente pesado. No cansa. La directora lo maneja con exquisitez y cuenta la historia con tranquilidad, enfatizando pequeños detalles que resultan gigantes a la hora de tomar decisiones.

Una sola noche es una película que no se deja adivinar, que no se revela al espectador antes de tiempo y lo más importante, que no toma una postura sobre el tema que trata.

Se siente cotidiana, real, sirve como testimonio de una crisis emocional que nuestro mundo occidental, sobre todo el primermundista, ha desatado en los personajes que lo conforman: nosotros.

Disfrutable al máximo y digna del esfuerzo invertido.