Por Ira Franco

La película es un mal sueño de Wes Anderson (Moonrise Kingdom, 2012). Aquel proyecto que abandonó por disparatado y que quizás en sus manos tenía algún potencial, pero que bajo la dirección de Roman Coppola, el director menos talentoso de la familia, resulta casi un despropósito.

Un glamoroso diseñador gráfico de Los Ángeles (Charlie Sheen) es abandonado por su güerísima y guapísima mujer. Boohoo. En su depresión, encuentra algunos amigos (Jason Schwartzman y Bill Mu- rray) que lo quieren ayudar. Y luego… luego no pasa nada. Muchas de las escenas son… bueno, “una mirada a la mente de Charles Swan” y nada más.

La cinta transcurre sin que sepamos por qué Coppola nos quiere mostrar los sueños y pesadillas de Swan.

El pobre de Sheen hace un buen trabajo personificándose a sí mismo como un womanizer con una obsesión por el look setentero, pero, aún así, la película no levanta.

Hay algunas partes graciosas, sobre todo porque el guionista (el propio Roman Coppola) invierte mucho tiempo en delinear la comicidad de sus personajes (Schwartzman es un jewfro, un judío con un afro), pero se olvida para qué los quiere.

En algún lugar de la película hay una referencia a la “batalla de los sexos” y es posible que eso haya querido retratar Coppola en esta fallida película. Quizá, sólo quizá.