Chilango

Toda una vida

Por Verónica Sánchez Marín

Toda una vida (Another year, Reino Unido, 2010), de Mike Leigh, es una estupenda película que retrata la vida de una pareja felizmente casada, bien compenetrada, al borde de los sesenta años, que lleva toda la vida junta. Pero a su alrededor pululan unos personajes inmensamente solos, desesperados, que no encuentran pareja ni compañía estable, que se sienten envejecer y decaer, que buscan inútilmente consuelo en el alcohol. Sin embargo pareciera que el matrimonio no logra captar el grado de desdicha de sus amigos, y a menudo le resultan incómodos.

La historia se desarrolla en los suburbios de la Londres moderna y está dividida en cuatro estaciones del año y en cada una se retrata con sensibilidad penetrante la difícil convivencia entre los que han encontrado su lugar en la tierra y los que siempre están perdidos. La película fluye a través de largas conversaciones en diversos encuentros con los seres que rodean a la pareja Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen). Lo que el espectador ve y escucha hace daño, el director logra que se entiendan las razones y las circunstancias de toda esta gente para ser como son.

Tom y Gerri, son interpretados con sutileza extraordinaria por Jim Broadbent y Ruth Sheen, ambos amables y radiantes como su matrimonio duradero, cómodo que parece haberse desarrollado sin graves fricciones o decepciones. Y es que el ritmo de la historia la dan los detalles del origen de los personajes como la de Tom con un hermano malhumorado y sombrío, como su familia misma lo que da la pauta para entender de qué escapo Tom.

Con recursos sobrios, minimalistas, Mike Leigh crea una película intensa y compleja, que cuando encuentra el equilibrio entre las alegrías y las tristezas de sus personajes resulta tan veraz como conmovedor. La vida normal que enmarca la cinta como que alguien se compre un coche, que alguien se eche novia, que se muera un pariente lejano, que alguien intente dar un beso no deseado, dan suficiente tensión dramática como para mantener al público perfectamente interesado.

Toda una vida es una película realista, compasiva, piadosa y, al mismo tiempo, certera en su rectitud, en sus principios morales, en su naturalidad, en su cotidianeidad. La grandeza del filme radica precisamente en la cotidianeidad, que es en realidad como se conoce a los amigos. Logra ensanchar la diferencia de condición, de circunstancias y experiencias vitales de los personajes con la vida propia. ¿Cómo se le juzga, cómo se le ayuda? ¿Cómo debería haber actuado el matrimonio feliz de Toda una vida con sus amigos desdichados? ¿Cómo nosotros con todos aquellos que nos molestan, que piensan de modo tan diferente? El acercamiento a la piel del otro es un principio (difícil). No un final feliz.